lunes, 6 de noviembre de 2017

EL POTAJE DE ESOPO 3

EL POTAJE DE ESOPO 3

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Deambulación primera

Uno puede perder los lectores de su blog por varios motivos. El primero es por no escribir: difícilmente hay lectores de páginas en blanco y menos todavía de páginas inexistentes. El segundo es por demorar la escritura entre una entrada y otra: la gente acude a la página reiteradamente y, como no encuentra nada nuevo, la abandona, y el día que hay algo nuevo no se entera o ya ha perdido el gusto por el bloguero. Hay un tercer motivo: que el bloguero escriba en exceso y canse a los lectores, que lo tacharán de pesado, ególatra y engreído con razón.
En estos momentos, me considero incluido en el segundo supuesto. Veo en las estadísticas del blog que no falta un picoteo de lectores, y no quisiera perderlos.
Pero de educación no tengo muchas ganas de escribir últimamente, aunque la educación es la cuestión por la que nació el blog y por la que los lectores se conectan a él de vez en cuando. Dudo mucho de que lo hagan por la calidad de mi escritura.
Y no me apetece escribir de educación porque tengo una queja muy grande —que se puede dividir en diminutas quejas— siempre que reflexiono sobre ella. Es una especie de tristeza crónica que nace de la impotencia de cambiar las cosas siquiera un poco.
Dejaré los comentarios sobre educación para el final de la entrada, pero no esperéis gran cosa.
Deambular significa “andar, caminar sin dirección determinada”. Existe el término deambulación, que es la “acción de deambular”. Hace tiempo que camino muchos días y mucho rato sin dirección determinada, bastante perdido. Esto incluye mi vida de docente. Por lo tanto, según las definiciones anteriores, podemos decir con propiedad que deambulo por la vida, una vida la mía, dicho sea de paso, bastante simple. Como podéis comprobar, esta entrada en el blog también es una deambulación, un ir de acá para allá por las ideas y con las palabras sin una dirección ni un plan determinados. Soy muy dado a poner nombre a casi todo, me gusta hacerlo, y a esta entrada y otras similares lo de deambulación le viene que ni pintado.
Sobre lo de poner nombre a las cosas, diré unos ejemplos. Mi coche, que es una furgoneta Berlingo, se llama Josefina, Josefine en francés, porque la compramos un 19 de marzo: no creáis que me rompo la cabeza. Tengo una bicicleta de paseo, negra y bien preparada, con sus guardabarros y todo, que se llama Bernarda y que, por cierto, la vendo a buen precio. Con ella voy a trabajar. Ya tengo una sustituta de la Bernarda: la Aurelia. Aurelia es blanca, con el manillar con forma de cuernos de cabra, es más sencilla y funcional, con un solo piñón, y más cómoda que la Bernarda para bajarla y subirla en el ascensor. Todo esto venía por lo de las deambulaciones.
He acabado de leer varios libros. Ayer por la mañana terminé “La banda de los niños” del italiano Roberto Saviano. Este buen hombre está perseguido por la camorra napolitana a causa de la publicación de “Gomorra”, un libro donde cuenta los entresijos de las mafias violentas que controlan gran parte de la vida económica y social del sur de Italia. “La banda de los niños” me ha defraudado un poco, esperaba más de Saviano. “Gomorra” me parece un libro excelente de corte periodístico, pero “La banda de los niños” patina como novela: los personajes no están bien trabajados, los diálogos están faltos de naturalidad y falla la verosimilitud. Saviano debería haber hecho un reportaje sobre la formación de las bandas juveniles en Nápoles, que se le da mejor. Por desgracia, este pobre hombre está encerrado para conservar la vida y un libro así requiere patearse mucho la calle, y él ahora no puede. A pesar de todo, Saviano tiene una escritura profesional, suelta y eficaz.
Otro libro que recientemente me ha impresionado ha sido “La rebelión de Atlas” de Ayn Rand. Según la reseña de la contracubierta, esta voluminosa novela —unas 1.300 páginas— es el libro más leído en Estados Unidos después de la Biblia. No sé si exagera el comentarista, en cualquier caso, lo ha leído mucha gente. Los personajes son industriales del acero, dueños de vías ferroviarias, ingenieros y otras gentes del mundo de los negocios. Rand te lleva al corazón del capitalismo, a su filosofía. Creo que estropea la novela un poco cuando introduce elementos fantásticos o alarga innecesariamente algunos monólogos. De todas formas, la novela me parece fantástica en su conjunto y, personalmente, me ha ayudado a comprender un poco mejor el mundo en que vivimos.
Hablemos un poco de poesía, en concreto de una poetisa de Leganés: Eloísa Pardo. Su último poemario, “Besos de nitroglicerina en el corazón”, es de lo mejor que he leído de poesía hace tiempo. Intento leer a poetas contemporáneos, pero naturalmente no todo me convence. Tuve el honor de presentar a la autora —fui el humilde telonero— en la presentación del libro en la librería Punto y Coma (Leganés). Leyendo el libro me preguntaba de dónde había salido esta mujer. ¡Impresionante su escritura! En mí este poemario consiguió que sucediera la experiencia poética: me acercó a la belleza y me puso en la senda del conocimiento, del “conócete a ti mismo” de los griegos.
Si me dais “bola” —me dirijo a los lectores—, comentaré más libros en estas deambulaciones. No digo lo que leo en estos momentos, porque lo poco agrada y lo mucho enfada.
Voy cerrando esta primera deambulación. Aquí va lo de educación. Ya os he avisado antes que no esperarais mucho, pero en las entradas de este blog no puede faltar alguna referencia directa al hecho educativo, si bien hablar de libros y de cultura es propio del mundo de la educación, ¿no?. Tampoco me desvío tanto.
Sólo os adelanto algunos planes. Sigo dándole vueltas a lo del niño como ciudadano con derechos, que puede ser una buena entrada. Tengo in mente otra entrada que se puede titular: “Entre todos la mataron y ella sola se murió”. La escuela pública es a la que matan y la que se muere sola. Otra idea posible sería comentar algunos fragmentos de “Democracia y educación” de John Dewey. Me atrae esta idea. En fin, ya veremos.
Me gustaría que todo fuera de vuestro agrado. Si hacéis comentarios no os cortéis, ni en los comentarios contrarios ni, por supuesto, en las alabanzas, si es que esto y este (el menda lerenda) las merecen.
Pasad un buen lapso de tiempo de aquí a la siguiente entrada.

Carlos Cuadrado Gómez