jueves, 8 de diciembre de 2022

Cartas a Ramón (8 de diciembre de 2022)

  CARTAS A RAMÓN

 Dibujo de Cartas y sobre pintado por en Dibujos.net el día 13-05-15 a las  16:15:35. Imprime, pinta o colorea tus propios dibujos!

Undécima carta

8 de diciembre de 2022


Querido Ramón:

Con no poca sorpresa compruebo que esta es la primera carta del presente curso escolar. Desde mi comentario de las becas para pudientes del 1 de agosto, he tenido este blog muerto de hambre. Y, si el blog no come, se pierden los lectores. No estamos para perder nada: ni lectores ni, por supuesto, dinero. Creo que en esto estaremos de acuerdo, nosotros, que somos autores más bien desconocidos y a los que los libros les dan pocas alegrías monetarias, por no decir ninguna.

Que no escriba en el blog no quiere decir que haya estado tumbado a la bartola. He invertido bastantes horas en preparar conferencias sobre Nebrija y el Quijote, como bien sabes. Un tiempo bien empleado y disfrutado por mí. En los tiempos que corren, esclavos de lo informático, lo virtual y la ciberseguridad, tengo muchas dudas de que todo lo que se salga de ese redil tenga algún valor cultural o de conocimiento. Tengo la sensación de que se está produciendo una regresión a la barbarie de la fragmentación del saber, de ignorar lo básico para irse por las ramas, de primar el continente sobre el contenido. Cuando el continente se vuelve contenido, y contenido exclusivo, la desorientación puede ser enorme.

La escuela, me parece a mí, está bastante despistada. La cuestión del currículo está recuperando protagonismo cada día que pasa: ¿Qué hay que enseñar en la escuela? Como afirmamos tú y yo frecuentemente, la escuela no vive en las nubes y es una institución permeable a los cambios que, para bien o para mal, se producen en la sociedad. Si la sociedad no sabe por dónde tirar, si se ve abrumada por una tecnología puntera que no consigue asimilar en el día a día, si las políticas también yerran y se inclinan por el individualismo y la privatización de todo lo público, caiga quien caiga, la escuela se resiente ¡y de qué manera!

A día de hoy, miles de maestros de la enseñanza pública y privada están reescribiendo o haciendo de nuevo las programaciones didácticas que "rehicieron" en 2018, apenas hace cuatro años. Hay que actualizarlas a la nueva ley. En la práctica, son papeles estériles, documentos que se hacen por obligación para cumplir con las órdenes "de arriba". Estas nuevas programaciones, donde puede parecer que se inventa lo ya inventado (otro día pondremos ejemplos concretos), durarán lo que tarde en subir al gobierno el partido de la oposición, que impondrá su nueva ley educativa como los gobiernos precedentes. Son leyes, las leyes educativas, que se pliegan a las modas sociológicas, psicológicas, pedagógicas e ideológicas del momento. Son un simple cambio de nomenclatura, que implica un nuevo papeleo, que acabará, como el anterior, en la papelera. Siempre hay comentadores que nos explicarán las bondades de la ley en curso y que tratarán al resto de ignorantes: la nueva ley invariablemente salva a la infancia de no sé qué secuestros y maldades de las anteriores leyes. Inventamos el mundo a golpe de elecciones generales, o de elecciones autonómicas, porque en España cada autonomía legisla para "adaptar" la ley a sus singulares peculiaridades que, por lo visto, son muy diferentes entre Madrid y Toledo o entre Tarragona y Teruel, por poner un par de ejemplos. Yo soy uno de esos maestros que se dedican al corta y pega en estos días.

Con cierta preocupación observo una deriva hacia la híper-emotividad en las sociedades occidentales. De las sociedades orientales, no tengo ni idea. Tengo la sensación de que hay un neorromanticismo que exalta la emotividad, que considera lo que siente el individuo como absoluto y pilar de la verdad, y que arrincona la racionalidad. Faltan el debate racional de ideas, de las pocas o muchas que se tengan, y el sosiego necesario para debatir y buscar soluciones a un mundo que camina desnortado. Me parece a veces que regreso al periodo de entreguerras, del que Europa salió de la mano de los movimientos ideológicos que se partieron la cara en la Segunda Guerra Mundial, aunque sé que la historia  nunca se repite ni es previsible. Si conociéramos bien la Historia Antigua, tal vez nos compararíamos con uno de esos periodos convulsos del imperio egipcio. Lo de la Segunda Guerra Mundial y nuestra Guerra Civil nos pilla más cerca. En las modernas líneas de pensamiento educativo, la híper-emotividad campa a sus anchas. Lo exagerado y lo complicado nunca es solución, y perdura poco en el tiempo.

Ramón, creo que estamos en un periodo de decadencia, pero nada es eterno y de esto la humanidad saldrá y estrenará un nuevo ciclo, sin duda. Pienso que ningún tiempo pasado fue mejor y que agua pasada no mueve molino. Cada uno vivimos el momento que nos toca y es ahí donde jugamos el partido, procuremos hacerlo con dignidad y mejorando nuestro entorno más cercano, que podemos. El ser humano tiene muchas limitaciones, pero no está predestinado a nada. Si no creyéramos en el ser humano, en que podemos aprender y mejorar, no seríamos maestros.

Hoy el tono de la carta es homilético. Quizás sea una catarsis rápida de quien escribe, lo cual es una incongruencia después de criticar unas líneas más arriba la híper-emotividad. Pero nada es blanco o negro, la realidad es una gama infinita de grises. Me quedo con esta excusa. 

Llega la Navidad. Disfrutemos de los turrones y de la pandereta y abandonemos las pesadumbres por unos días. ¿No te parece?

Siempre tuyo:

Carlos Cuadrado Gómez



lunes, 1 de agosto de 2022

BECAS POLÉMICAS

El próximo curso escolar (2022-2023) la Comunidad de Madrid dará unas ayudas a estudiantes de bachillerato para cursarlo en centros educativos privados. El tope de ingreso familiar anual para los solicitantes oscila entre los 107.739 € y los 179.565 € ―esta última cifra supone unos ingresos mensuales de casi 15.000 €―, dependiendo de que en la unidad familiar cuente con uno, dos o tres hijos. El curso pasado, el límite estaba en torno a los 35.000 €. Para esta partida, en los presupuestos de la Comunidad de Madrid habrá un notable incremento: de aproximadamente 9 millones de euros (curso 2021-2022) a 43.497.750 euros (curso 2022-2023). Para cotejar estos datos, consúltese la Orden 1533/2022 del Consejero de Educación de la Comunidad de Madrid, publicada en el BOCM del 19 de mayo de 2022.

En el curso 2019-2020, se abrió la puerta a este tipo de becas, cuya finalidad es que alumnos que han cursado la ESO en un centro privado-concertado puedan cursar el bachillerato en el mismo centro. El umbral de renta era muy bajo, en torno a 10.000 €, pero se inauguró la posibilidad de dar ayudas para cursar una enseñanza secundaria no obligatoria en centros privados.

La enseñanza básica es obligatoria y gratuita en España (Constitución Española, artículo 27.4). Desde la aprobación de la LOGSE (1990), la enseñanza básica abarca el periodo de 6 a 16 años: Enseñanza Primaria y Enseñanza Secundaria Obligatoria. La LODE (1985) creó la tipología de centros educativos en función de la titularidad y la financiación: centros públicos (titularidad y financiación públicas), centros privados-concertados (titularidad privada y financiación pública) y centros privados (titularidad y financiación privadas). En los centros privados-concertados la enseñanza básica es gratuita, pero en la enseñanza secundaria no obligatoria (bachillerato y formación profesional), que ya no es básica, no puede haber financiación pública, y los alumnos de esos centros, si continúan el bachillerato o la formación profesional en ellos, tienen que “pagar”.

El Estado garantiza la posibilidad de estudiar la enseñanza secundaria no obligatoria ―“sin pagar”― en los institutos públicos de Enseñanza Secundaria (IES). Las becas de estudio aparecen en la enseñanza universitaria. La política de becas se orienta a garantizar la igualdad ante la ley de los ciudadanos (Constitución Española, art. 14) en el ejercicio de un derecho fundamental como es el de la educación, compensando las desigualdades socio-económicas de los alumnos/ciudadanos en periodo de formación.

Los alumnos de los centros privados-concertados al acabar la ESO, si quieren continuar enseñando la enseñanza secundaria no obligatoria tienen dos opciones: cursarla gratuitamente en un instituto público (IES) o costeársela en un centro privado (que puede ser el mismo centro privado-concertado donde han cursado la enseñanza básica).

En los años 90 del siglo XX en los colegios públicos había dos periodos de admisión de alumnos: uno al comienzo de la Educación Infantil y otro al comienzo de la Educación Primaria, en los que se aplicaban los criterios que la ley marcaba para conseguir una plaza: básicamente, cercanía del domicilio al centro educativo, hermanos en el centro y renta. Por lo tanto, un alumno que tenía una plaza en Educación Infantil ―que no era ni es enseñanza básica―, no tenía garantizada la plaza en Educación Primaria en el mismo centro público, y, de hecho, excepcionalmente había alumnos que tenían que ir a otros centros públicos. Por supuesto, la plaza en la Educación Primaria en un centro público estaba siempre garantizada, aunque no fuera donde se cursó la Educación Infantil.

Al no ser enseñanza obligatoria la Educación Infantil, no estaba subvencionada. Y sucedía que alumnos que estudiaban la Educación Infantil en un centro privado pagando, optaban con todo el derecho a plazas públicas al comenzar la Enseñanza Privada. Y, viceversa, alumnos que cursaban la Educación Infantil en centros públicos optaban igualmente a plazas de Educación Primaria en centros privados-concertados, pues los criterios de admisión antes mencionados eran y son comunes. Tan dinero público, procedente de los impuestos, es el empleado en la enseñanza pública como el empleado en la enseñanza concertada. Aclaremos que un concierto no es una beca, es un acuerdo entre la administración pública y un ente privado para ejercer en este caso el derecho fundamental de la educación. La beca, sin embargo, es una ayuda individual de carácter compensatorio de las deficiencias socio-económicas que a un determinado individuo le restan “igualdad” en relación con otros para ejercer un determinado derecho fundamental.

El paso automático de la Educación Infantil a la Educación Primaria en el mismo centro educativo suponía una quiebra del principio de igualdad: en la enseñanza privada la capacidad económica de los alumnos para ingresar en la Educación Infantil era un claro criterio de selección, y no era de recibo que, hecha la selección del alumnado por criterios económicos, el acceso a la Enseñanza Primaria “concertada” fuera automática. Era necesario un nuevo proceso de admisión. Tengamos en cuenta, que no era ni es obligatorio que un alumno curse la Educación Infantil, aunque a día de hoy podemos decir que el segundo ciclo de la Educación Infantil es universal en España.

Evidentemente, desde el punto de vista pedagógico, la continuidad de los alumnos en un mismo centro educativo ―mismo proyecto educativo, mismo proyecto curricular, mismo espacio, mismos compañeros― es lo más correcto, y todavía más en las edades tempranas de la educación.

Aquella mecánica de dos procesos de admisión, que era muy “constitucional”, pero poco “pedagógica”, terminó cuando el proceso de admisión se redujo a uno: el comienzo del segundo ciclo de Educación Infantil. Creo, perdonadme esta posible inexactitud, que la Educación Infantil está subvencionada en los centros privados-concertados, en cuyo caso, el criterio socio-económico no sería un criterio de admisión y se salvaría el principio de igualdad. El reciente RD 95/2022 de 1 de febrero, BOE 2 de febrero de 2022, indica que la Educación Infantil tiene carácter voluntario (Art. 5. 1) y que su segundo ciclo es gratuito (Art. 5.2), pero desconozco la mecánica concreta de los conciertos educativos.

La justificación que da la Comunidad de Madrid para dar las ayudas a familias con unos ingresos mensuales entre 10.000 € y 15.000 € sería parecida a la que se planteaba en el paso de Educación Infantil a Educación Primaria: el beneficio pedagógico de la continuidad del estudiante en un mismo centro educativo.

Como ciudadano, de entrada, me parecen desmesuradas las cifras. El Estado garantiza los estudios de las enseñanzas secundarias no obligatorias, que, recuerdo, no son enseñanza básica, en institutos de enseñanza públicos.

Diría a cualquiera que esté en esa buenísima situación económica: Usted es muy libre de gastarse el dinero en lo que quiera, por supuesto. Pero, si con esos pingües ingresos mensuales a usted no le llega para pagar el bachillerato privado de su hijo, tendrá que replantearse su economía familiar, revisando los ingresos y los gastos, y decidiendo qué es prioritario y qué es prescindible. O, sencillamente, no puede asumir ese gasto ―por lo visto, no es tan rico como parece― y su hijo irá a un instituto público a estudiar el bachillerato, que, le aseguro, mucha gente lo hace con naturalidad y luego saca sus carreras. Opino, como se puede deducir de lo anterior, que esta partida de becas no “compensa” nada y pierden, por lo tanto, su sentido y su razón de ser “constitucional”.

Ignoro el coste de la mensualidad de un bachillerato privado, pero parece ser que las susodichas becas no lo cubren en su totalidad, por lo que está destinado a familias que pueden sufragar el importe restante, con lo que excluimos de su disfrute a todos los que no pueden desembolsar ese “resto”. Según algunos juristas, se estaría vulnerando el artículo 14 de la Constitución Española (igualdad de todos ante la ley) y la propuesta podría acabar en los tribunales perfectamente. La doctrina del Tribunal Constitucional al respecto se reduce a dos fallos que encima son contradictorios. En los meses venideros es muy probable un debate técnico y jurídico sobre el asunto, pues no puede pasar desapercibido en, al menos, dos aspectos: el hecho de la ayuda en sí (becar enseñanza privada no básica) y las cantidades de las ayudas. Dentro de la formación política que hace la propuesta hay voces críticas con ella, y admiten que al menos es “discutible” que la administración pública conceda becas a estudiantes de familias con rentas tan altas.

Para mí, detrás de este debate hay muchos flecos.

Según los datos de la propia Comunidad de Madrid (Informe del curso 2020/2021), en esta región el 54,5 % de los centros educativos son públicos, el 29,5 % son privados-concertados y el 16,0 % son privados “puros”. La relación públicos-privados es casi de mitad/mitad. En el municipio de Madrid, el porcentaje de privados (60 %) supera al de públicos (40 %). Pensemos que la autorización para la creación de un centro educativo, del tipo que sea, tiene que publicarse en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid: no deja de ser una decisión política de las autoridades de cada Comunidad Autónoma. En Madrid, en las últimas décadas, la creación de centros privados ha sido muy elevada. Las cifras del conjunto de España (Eurostat, 2018, hace cuatro años) nos sitúan en el grupo de países europeos con menor porcentaje de enseñanza pública (69 %), frente a países como Italia o Alemania cuya enseñanza pública supera el 90 %. Si en España, y más en concreto la Comunidad de Madrid, después de la Constitución de 1978, la enseñanza privada-concertada es “necesaria” es porque partíamos de una situación en la que había un número elevado de centros privados y por la creación sostenida en el tiempo de este tipo de centros.

No puedo hacer una descripción ni una valoración del funcionamiento interno de los centros privados y de la calidad pedagógica de su trabajo, porque no tengo un conocimiento directo ni datos al respecto. Tampoco puedo opinar sobre si cumplen a rajatabla las condiciones de los conciertos educativos: suponemos que el Servicio de Inspección Técnica Educativa hará bien su trabajo y que podemos estar tranquilos.

Tomada esta prevención, continúo con otros flecos.

La  distancia o separación de las dos redes de centros educativos, privada y pública, cada vez es mayor, en perjuicio de la red pública. En el imaginario colectivo, se va generalizando poco a poco la idea de que, si usted quiere para su hijo una enseñanza de calidad, la tiene que pagar. Si puede, rásquese el bolsillo, y no junte a su hijo con niños o jóvenes que no tienen más remedio que acudir a la enseñanza pública. No hay más que oír los comentarios al respecto en las tertulias periodísticas, los programas del corazón o las series televisivas. En esa línea van las declaraciones de algunos políticos que defienden con mil argumentos este tipo de becas polémicas.

La escuela pública sería un lugar sin disciplina y un nido de malos profesores que adoctrinan a sus alumnos ―no sé de qué, en todos los años que llevo de docente siempre me he limitado a educar en los principios fundamentales de nuestra Constitución― a lo largo de la jornada escolar. Precisamente, en aras a la libertad de enseñanza y de la libre elección de centro educativo, las familias que eligen un centro privado lo hacen en función del ideario del centro elegido. ¿No se adoctrina, por ejemplo, en los colegios del Opus Dei o en centros donde la enseñanza no es mixta?, me pregunto. Si no tiene qué rascar en sus bolsillos, resígnese y aparque al niño en uno de esos antros, llamados colegios públicos. Obviamente esto es una caricatura exagerada, pero grosso modo es lo que piensan muchos ciudadanos, utilicen la red que utilicen. En el conjunto de esos ciudadanos hay que incluir a políticos de todo el arco parlamentario, lamentablemente. En el fondo, esto es una cuestión de clasismo, tan propio de la naturaleza humana.

Nunca es acertada una visión idílica de ninguna institución escolar: la educación a pie de aula es una actividad complicada y comprometida en la que entran en juego muchos factores. El día a día de la gente “normal”, vaya al colegio que vaya, es más natural y sencillo de lo que parece. La mayoría, alumnos y profesores, nos levantamos por la mañana y vamos a dar lo mejor de nosotros mismos a nuestro colegio, sea de la red que sea. Y no me cabe duda de que las familias siempre buscan lo mejor para sus hijos: detrás de cada elección de centro hay individuos y vidas concretas que no entro a juzgar. Quienes hablan en los parlamentos y en los medios de comunicación sobre educación no suelen tener ni idea de la realidad escolar, y sueltan por la boca lo primero que se les viene a la boca.

En conclusión, dudo de la legalidad jurídica de las susodichas becas, que, en mi opinión, ahondan la fractura social que vivimos entre “los de arriba y los de abajo”, y no se rigen por ningún principio compensador de las diferencias sociales que, inevitablemente, se producen en todas las sociedades. Quisiera, como ciudadano, que se retirara la propuesta, pero, mucho me temo que no será así.

Personalmente, apuesto por la escuela pública, por que cualquier estudiante/ciudadano pueda desarrollarse plenamente en ella, por que se produzca la convivencia de todas las clases sociales en las aulas. Es la que deben “privilegiar” los poderes públicos ―financiación y condiciones laborales y académicas―, como sucede en otros países europeos. La escuela pública debe ser el referente de la educación de un país, no el “servicio público” que se ocupa de lo que nadie quiere. Y los docentes de la escuela pública, con sus virtudes y sus defectos, partiendo de las condiciones que tenemos (¡no son buenas!) hemos de buscar permanentemente la calidad de nuestro trabajo, pues en nuestras manos está la principal responsabilidad del funcionamiento de nuestros colegios.

Cuando los docentes ―da igual el tipo de centro― entramos en el aula, no debemos bloquearnos pensando en todo este guirigay político y social. No estoy diciendo que cerremos los ojos acríticamente a las políticas educativas, pues somos ciudadanos y educadores, sino que la propia actividad con los alumnos es tan absorbente que este debate es secundario en la práctica profesional diaria: nos debe importar hacer bien nuestro trabajo a pesar de las carencias, que son muchas. Sólo así la educación mejorará a las personas y a la sociedad.

Carlos Cuadrado Gómez

1 de agosto de 2022

  

jueves, 30 de junio de 2022

Cartas a Ramón (30 de junio de 2022)

  CARTAS A RAMÓN

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Décima carta

30 de junio de 2022


Querido Ramón:

Con un pie en el estribo, a escasas horas de salir unos días de vacaciones, tengo remordimientos si no te escribo algo del curso escolar que acabamos de dejar atrás, aunque sean unas breves notas a modo de resumen.

Ha sido un curso muy intenso, quizás más que el anterior, cuando, después de la pandemia, hubo que hacer desdobles y cursos mixtos para ajustar las ratios a las medidas anticovid. En septiembre las ratios volvieron a su excesiva normalidad, con alegría y sin complejos. Y con ellas las consecuencias de dos años anómalos, uno de ellos prácticamente perdido: la enseñanza en línea con alumnos de Primaria fue un fiasco que perjudicó principalmente a los alumnos en peor posición social. Ha sido complicado volver a un ritmo constante y sereno de trabajo escolar, que es lo que a la larga da resultado.

La falta de atención y de concentración de los alumnos parece un mal generalizado: preguntes a quien preguntes del gremio, coincide en que los alumnos tienen una atención dispersa. Hablaríamos de un déficit de atención generacional ―siempre con honrosas excepciones, como todo en la vida―, que en algunos casos, por sus características personales y ambientales, deriva en una falta de atención patológica. No estoy diciendo que los alumnos se porten mal, que desobedezcan o que sean indiferentes a las actividades que les proponemos. Digo que no conseguimos que se concentren, que se conecten mentalmente con el maestro y que, relajadamente, se produzca el aprendizaje. Sobre este tema, volveré. Me preocupa.

Insisto en la inutilidad del modelo academicista en los tiempos que corren. Volveremos a dedicar horas inútiles a rehacer los proyectos curriculares y las programaciones didácticas para adaptarnos a la nueva ley de educación, que no nos saca, como las anteriores, de un modelo de cursos y notas, en el que los alumnos aprenden a aprobar, pero no aprenden los fundamentos de la cultura. El cambio de nomenclatura pedagógica es sólo palabrería estéril. Estamos demasiado cansados de estas reformas nominales. En fin, que nadie se extrañe de que la realidad de las aulas vaya paralela al corpus legal educativo, porque es imprescindible para sobrevivir y hacer un trabajo medianamente digno.

No obstante, como hablamos cuando tomamos un café, la responsabilidad de la calidad de la escuela está principalmente en manos de los docentes. Tenemos mucha libertad para actuar. Si la escuela no va bien, tenemos la mayor parte de la culpa nosotros. Eso es lo que pienso, y creo que coincido contigo.

Vienen tiempos complicados por muchos frentes. La escuela no es ajena a lo que pasa en el mundo, es más permeable de lo que parece. Por ejemplo, las consecuencias de la cercana guerra de Ucrania, a la que desgraciadamente no veo un final inmediato ni justo, se tienen que notar en los meses venideros: refugiados que huyen del terror, restricciones económicas, aumento del gasto militar y disminución del gasto social, la subida de los precios y tantas otras. No sé cómo, pero seguro que nos afectará. Son tiempos que atarse fuerte los cordones y trabajar duro, a pesar de los misiles reales o metafóricos que caigan a nuestro alrededor.

En fin, comienzan las vacaciones, y el descanso de un curso tan intenso y tan revuelto siempre sienta bien. Aprovecharemos, cómo no, a leer sin prisas y con placidez. Comienzo mis lecturas de verano, entre otros, con una biografía de Nebrija (estamos en el V centenario de su muerte): La pasión de saber. Vida de Antonio de Nebrija, de Pedro Martín Baños. Es seria y completa.

Estoy descubriendo con agrado a nuestro actual director de la Real Academia: Santiago Muñoz Machado, un intelectual de peso y brillante. Tengo sobre la mesa su último libro, Cervantes, una biografía también seria y completa. Espero aclarar algunas dudas sobre nuestro Miguel, al que parece que nunca conocemos bien ni del todo. He comenzado de Muñoz Machado (los libros se cuelan en nuestra vida como les da la gana) Informe sobre España. Repensar el Estado o destruirlo, que me está pareciendo sumamente lúcido. A ver si me ayuda a comprender la realidad histórica, política y social en la que vivimos. Ya te diré.

Y, sin ánimo de apabullar, termino mencionando a Cristina Peri Rossi, nuestra reciente Premio Cervantes. Estoy leyendo su poesía: en el segundo verso que leí, ya me cautivó. Maravillosa y genial. La recomiendo, por supuesto.

Aunque sea verano, no se para el mundo. Tenemos mucho que escribir y que comentar. Pasan como un suspiro, pero dos meses dan para bastante, así que seguiremos en la brecha.

Siempre tuyo:

Carlos Cuadrado Gómez


lunes, 7 de marzo de 2022

Condena perpetua (In mente las mujeres de Afganistán)

CONDENA PERPETUA
(In mente las mujeres de Afganistán)
 Cuando estos llegaron,
se estrechó la celda
donde vivo escarbando,
desde el seno materno,
desde la lotería fatal
que me condenó.
¿Por qué dependo,
sin culpa y sin juicio,
del capricho
de las horas intermitentes?
Cuando estos llegaron,
ya respiraba sola,
ya temía sola
cada paso, cada mirada.
Una migaja de luz
me arranca mil lágrimas
de deuda inocente.
Mi cuerpo, maldición
para mí,
apetito peligroso
para el ojo y la barba,
lastre de dolor y oscuridad.
Me han cortado los pies
de la huida,
las manos, los codos, las rodillas.
¿Por qué?
Insoportable porqué de carne
y de complejos.
Desesperación y asco.
Cuando estos llegaron,
cavé con mis uñas
un agujero en la celda
para hundir los ojos y la lengua.
El miedo al dolor
no es el miedo a la muerte,
es el miedo a la vida,
a la existencia concentrada.
Cuando estos llegaron,
mi condena me abofeteó feroz:
condenada a no ver,
al hambre, a la infancia dependiente,
al terror de existir.
¡No me liberéis!
¡Quiero ser yo, yo misma, yo libre!
¡Qué angustia, alma mía!
Y maldigo el azar de la sangre,
y maldigo los duros latidos,
y maldigo las blandas doctrinas,
y maldigo el olvido homicida,
y maldigo este negro agujero.
Carlos Cuadrado Gómez 

sábado, 15 de enero de 2022

Cartas a Ramón (15 de enero de 2022)

  CARTAS A RAMÓN

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Novena carta

15 de enero de 2022


Querido Ramón:

Las Navidades han sido un tostadero de contagios de la nueva variante de coronavirus, la ómicron. Ha sido numeroso y tremendo.

El lunes 10 de enero, volvimos a las aulas: mismas medidas profilácticas, mismo rollo.

Soy incapaz, Ramón, de memorizar la normativa de seguridad de los centros educativos: número de contagiados, días de cuarentena, que si por contacto directo con un contagiado, que si por contacto con uno que ha contactado con un contagiado, que si por el propio contagio. Ante líos similares y casi irresolubles, antes se decía: “Doctores tiene la Iglesia que os sabrán responder”. Te digo que ya me indicará la autoridad competente, a quien corresponda, qué hacer cuando llegue el tío del mazo, que, esperemos se quede en casa por mucho tiempo, al calor del brasero eléctrico, viendo una serie de Netflix, con un gin tónic en la mano y un cuenco de cacahuetes.

Después de una semana de clase ―por no decir al día siguiente―, parece que uno nunca se ha ido del colegio, que lleva ahí toda la vida.

Los niños en general, al menos con los que yo trato, han pasado unas vacaciones anodinas, sin poderse juntar con su familia extensa ―quien la tenga cerca, se entiende― y más aburridos que una mona. Eso sí, con una maquinita en la mano, dándole a los pulgares desde que amanece. Por lo visto, parodiando el dicho rijoso y grosero, “desde que amanece, apetece”. Que me comenten que se han pasado el día con la táblet o el móvil o, como mucho, saliendo un rato al parque, me abate, se me cae el alma a los pies.

El personal ―tradúzcase alumnado― ha vuelto como después del verano, totalmente desentrenado, ha perdido la forma. Pero, menos mal, la están recuperando rápido. Los niños y los jóvenes, sin duda, son de lo mejorcito de esta sociedad, ¡y nadie se lo reconoce! En las televisiones y otros mass media, están ausentes, no interesan a nadie. Puede que realmente interesen poco, y están abandonados a su suerte, en la peligrosa maraña de los videojuegos y las redes sociales. Sin embargo, ahí están como jabatos, dándolo todo, salvando el pandero a una sociedad adulta despistada, desnortada y decadente, según mi modesto entender.

Para nuestros niños y jóvenes pido menos redes sociales y más contacto personal, cara a cara; menos prisa y más calma. Se nos va la vida en una prisa estéril, sin saber a dónde queremos llegar o qué queremos conseguir. Una prisa que, absurdamente, se convierte en un fin. ¿Prisa para qué?

Cambiemos de tercio, Ramón. No hemos comentado el concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. Era la tercera vez que lo dirigía Daniel Barenboim. Esa orquesta toca sola, empecemos por ahí. Siempre será bueno el concierto por la calidad de los músicos, con independencia del director de turno. A mí me aburrió la primera parte. En la segunda, Barenboim despertó de la caraja que lo tuvo adormilado antes del descanso, y el concierto fue subiendo enteros. Me pareció soberbio el Danubio azul, y agradecí que durante su interpretación no subieran imágenes del río y que sólo enfocaran a los músicos. Podrían tomar nota para años sucesivos.

En el anhelo permanente que tengo de comprender el mundo en que vivimos, estoy enfrascado en la lectura de tres libros de Byung-Chul Han. Es un filósofo coreano que escribe en alemán. Está de moda y es muy citado en artículos de opinión y libros de sociología. Ya he leído La salvación de lo bello y La sociedad de la transparencia. Hoy he comenzado La sociedad del cansancio. Han es un poco obtuso y repetitivo, pero me parece que atina en algunas cuestiones. Tomo notas para ese libro prometido de La escuela despistada. Han es interesante y aprovechable.

Ramón, a ver si pasa esta marea de contagios y nos tomamos un café, sin jugarnos la vida ni parecer irresponsables.

Siempre tuyo:

Carlos Cuadrado Gómez