lunes, 1 de agosto de 2022

BECAS POLÉMICAS

El próximo curso escolar (2022-2023) la Comunidad de Madrid dará unas ayudas a estudiantes de bachillerato para cursarlo en centros educativos privados. El tope de ingreso familiar anual para los solicitantes oscila entre los 107.739 € y los 179.565 € ―esta última cifra supone unos ingresos mensuales de casi 15.000 €―, dependiendo de que en la unidad familiar cuente con uno, dos o tres hijos. El curso pasado, el límite estaba en torno a los 35.000 €. Para esta partida, en los presupuestos de la Comunidad de Madrid habrá un notable incremento: de aproximadamente 9 millones de euros (curso 2021-2022) a 43.497.750 euros (curso 2022-2023). Para cotejar estos datos, consúltese la Orden 1533/2022 del Consejero de Educación de la Comunidad de Madrid, publicada en el BOCM del 19 de mayo de 2022.

En el curso 2019-2020, se abrió la puerta a este tipo de becas, cuya finalidad es que alumnos que han cursado la ESO en un centro privado-concertado puedan cursar el bachillerato en el mismo centro. El umbral de renta era muy bajo, en torno a 10.000 €, pero se inauguró la posibilidad de dar ayudas para cursar una enseñanza secundaria no obligatoria en centros privados.

La enseñanza básica es obligatoria y gratuita en España (Constitución Española, artículo 27.4). Desde la aprobación de la LOGSE (1990), la enseñanza básica abarca el periodo de 6 a 16 años: Enseñanza Primaria y Enseñanza Secundaria Obligatoria. La LODE (1985) creó la tipología de centros educativos en función de la titularidad y la financiación: centros públicos (titularidad y financiación públicas), centros privados-concertados (titularidad privada y financiación pública) y centros privados (titularidad y financiación privadas). En los centros privados-concertados la enseñanza básica es gratuita, pero en la enseñanza secundaria no obligatoria (bachillerato y formación profesional), que ya no es básica, no puede haber financiación pública, y los alumnos de esos centros, si continúan el bachillerato o la formación profesional en ellos, tienen que “pagar”.

El Estado garantiza la posibilidad de estudiar la enseñanza secundaria no obligatoria ―“sin pagar”― en los institutos públicos de Enseñanza Secundaria (IES). Las becas de estudio aparecen en la enseñanza universitaria. La política de becas se orienta a garantizar la igualdad ante la ley de los ciudadanos (Constitución Española, art. 14) en el ejercicio de un derecho fundamental como es el de la educación, compensando las desigualdades socio-económicas de los alumnos/ciudadanos en periodo de formación.

Los alumnos de los centros privados-concertados al acabar la ESO, si quieren continuar enseñando la enseñanza secundaria no obligatoria tienen dos opciones: cursarla gratuitamente en un instituto público (IES) o costeársela en un centro privado (que puede ser el mismo centro privado-concertado donde han cursado la enseñanza básica).

En los años 90 del siglo XX en los colegios públicos había dos periodos de admisión de alumnos: uno al comienzo de la Educación Infantil y otro al comienzo de la Educación Primaria, en los que se aplicaban los criterios que la ley marcaba para conseguir una plaza: básicamente, cercanía del domicilio al centro educativo, hermanos en el centro y renta. Por lo tanto, un alumno que tenía una plaza en Educación Infantil ―que no era ni es enseñanza básica―, no tenía garantizada la plaza en Educación Primaria en el mismo centro público, y, de hecho, excepcionalmente había alumnos que tenían que ir a otros centros públicos. Por supuesto, la plaza en la Educación Primaria en un centro público estaba siempre garantizada, aunque no fuera donde se cursó la Educación Infantil.

Al no ser enseñanza obligatoria la Educación Infantil, no estaba subvencionada. Y sucedía que alumnos que estudiaban la Educación Infantil en un centro privado pagando, optaban con todo el derecho a plazas públicas al comenzar la Enseñanza Privada. Y, viceversa, alumnos que cursaban la Educación Infantil en centros públicos optaban igualmente a plazas de Educación Primaria en centros privados-concertados, pues los criterios de admisión antes mencionados eran y son comunes. Tan dinero público, procedente de los impuestos, es el empleado en la enseñanza pública como el empleado en la enseñanza concertada. Aclaremos que un concierto no es una beca, es un acuerdo entre la administración pública y un ente privado para ejercer en este caso el derecho fundamental de la educación. La beca, sin embargo, es una ayuda individual de carácter compensatorio de las deficiencias socio-económicas que a un determinado individuo le restan “igualdad” en relación con otros para ejercer un determinado derecho fundamental.

El paso automático de la Educación Infantil a la Educación Primaria en el mismo centro educativo suponía una quiebra del principio de igualdad: en la enseñanza privada la capacidad económica de los alumnos para ingresar en la Educación Infantil era un claro criterio de selección, y no era de recibo que, hecha la selección del alumnado por criterios económicos, el acceso a la Enseñanza Primaria “concertada” fuera automática. Era necesario un nuevo proceso de admisión. Tengamos en cuenta, que no era ni es obligatorio que un alumno curse la Educación Infantil, aunque a día de hoy podemos decir que el segundo ciclo de la Educación Infantil es universal en España.

Evidentemente, desde el punto de vista pedagógico, la continuidad de los alumnos en un mismo centro educativo ―mismo proyecto educativo, mismo proyecto curricular, mismo espacio, mismos compañeros― es lo más correcto, y todavía más en las edades tempranas de la educación.

Aquella mecánica de dos procesos de admisión, que era muy “constitucional”, pero poco “pedagógica”, terminó cuando el proceso de admisión se redujo a uno: el comienzo del segundo ciclo de Educación Infantil. Creo, perdonadme esta posible inexactitud, que la Educación Infantil está subvencionada en los centros privados-concertados, en cuyo caso, el criterio socio-económico no sería un criterio de admisión y se salvaría el principio de igualdad. El reciente RD 95/2022 de 1 de febrero, BOE 2 de febrero de 2022, indica que la Educación Infantil tiene carácter voluntario (Art. 5. 1) y que su segundo ciclo es gratuito (Art. 5.2), pero desconozco la mecánica concreta de los conciertos educativos.

La justificación que da la Comunidad de Madrid para dar las ayudas a familias con unos ingresos mensuales entre 10.000 € y 15.000 € sería parecida a la que se planteaba en el paso de Educación Infantil a Educación Primaria: el beneficio pedagógico de la continuidad del estudiante en un mismo centro educativo.

Como ciudadano, de entrada, me parecen desmesuradas las cifras. El Estado garantiza los estudios de las enseñanzas secundarias no obligatorias, que, recuerdo, no son enseñanza básica, en institutos de enseñanza públicos.

Diría a cualquiera que esté en esa buenísima situación económica: Usted es muy libre de gastarse el dinero en lo que quiera, por supuesto. Pero, si con esos pingües ingresos mensuales a usted no le llega para pagar el bachillerato privado de su hijo, tendrá que replantearse su economía familiar, revisando los ingresos y los gastos, y decidiendo qué es prioritario y qué es prescindible. O, sencillamente, no puede asumir ese gasto ―por lo visto, no es tan rico como parece― y su hijo irá a un instituto público a estudiar el bachillerato, que, le aseguro, mucha gente lo hace con naturalidad y luego saca sus carreras. Opino, como se puede deducir de lo anterior, que esta partida de becas no “compensa” nada y pierden, por lo tanto, su sentido y su razón de ser “constitucional”.

Ignoro el coste de la mensualidad de un bachillerato privado, pero parece ser que las susodichas becas no lo cubren en su totalidad, por lo que está destinado a familias que pueden sufragar el importe restante, con lo que excluimos de su disfrute a todos los que no pueden desembolsar ese “resto”. Según algunos juristas, se estaría vulnerando el artículo 14 de la Constitución Española (igualdad de todos ante la ley) y la propuesta podría acabar en los tribunales perfectamente. La doctrina del Tribunal Constitucional al respecto se reduce a dos fallos que encima son contradictorios. En los meses venideros es muy probable un debate técnico y jurídico sobre el asunto, pues no puede pasar desapercibido en, al menos, dos aspectos: el hecho de la ayuda en sí (becar enseñanza privada no básica) y las cantidades de las ayudas. Dentro de la formación política que hace la propuesta hay voces críticas con ella, y admiten que al menos es “discutible” que la administración pública conceda becas a estudiantes de familias con rentas tan altas.

Para mí, detrás de este debate hay muchos flecos.

Según los datos de la propia Comunidad de Madrid (Informe del curso 2020/2021), en esta región el 54,5 % de los centros educativos son públicos, el 29,5 % son privados-concertados y el 16,0 % son privados “puros”. La relación públicos-privados es casi de mitad/mitad. En el municipio de Madrid, el porcentaje de privados (60 %) supera al de públicos (40 %). Pensemos que la autorización para la creación de un centro educativo, del tipo que sea, tiene que publicarse en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid: no deja de ser una decisión política de las autoridades de cada Comunidad Autónoma. En Madrid, en las últimas décadas, la creación de centros privados ha sido muy elevada. Las cifras del conjunto de España (Eurostat, 2018, hace cuatro años) nos sitúan en el grupo de países europeos con menor porcentaje de enseñanza pública (69 %), frente a países como Italia o Alemania cuya enseñanza pública supera el 90 %. Si en España, y más en concreto la Comunidad de Madrid, después de la Constitución de 1978, la enseñanza privada-concertada es “necesaria” es porque partíamos de una situación en la que había un número elevado de centros privados y por la creación sostenida en el tiempo de este tipo de centros.

No puedo hacer una descripción ni una valoración del funcionamiento interno de los centros privados y de la calidad pedagógica de su trabajo, porque no tengo un conocimiento directo ni datos al respecto. Tampoco puedo opinar sobre si cumplen a rajatabla las condiciones de los conciertos educativos: suponemos que el Servicio de Inspección Técnica Educativa hará bien su trabajo y que podemos estar tranquilos.

Tomada esta prevención, continúo con otros flecos.

La  distancia o separación de las dos redes de centros educativos, privada y pública, cada vez es mayor, en perjuicio de la red pública. En el imaginario colectivo, se va generalizando poco a poco la idea de que, si usted quiere para su hijo una enseñanza de calidad, la tiene que pagar. Si puede, rásquese el bolsillo, y no junte a su hijo con niños o jóvenes que no tienen más remedio que acudir a la enseñanza pública. No hay más que oír los comentarios al respecto en las tertulias periodísticas, los programas del corazón o las series televisivas. En esa línea van las declaraciones de algunos políticos que defienden con mil argumentos este tipo de becas polémicas.

La escuela pública sería un lugar sin disciplina y un nido de malos profesores que adoctrinan a sus alumnos ―no sé de qué, en todos los años que llevo de docente siempre me he limitado a educar en los principios fundamentales de nuestra Constitución― a lo largo de la jornada escolar. Precisamente, en aras a la libertad de enseñanza y de la libre elección de centro educativo, las familias que eligen un centro privado lo hacen en función del ideario del centro elegido. ¿No se adoctrina, por ejemplo, en los colegios del Opus Dei o en centros donde la enseñanza no es mixta?, me pregunto. Si no tiene qué rascar en sus bolsillos, resígnese y aparque al niño en uno de esos antros, llamados colegios públicos. Obviamente esto es una caricatura exagerada, pero grosso modo es lo que piensan muchos ciudadanos, utilicen la red que utilicen. En el conjunto de esos ciudadanos hay que incluir a políticos de todo el arco parlamentario, lamentablemente. En el fondo, esto es una cuestión de clasismo, tan propio de la naturaleza humana.

Nunca es acertada una visión idílica de ninguna institución escolar: la educación a pie de aula es una actividad complicada y comprometida en la que entran en juego muchos factores. El día a día de la gente “normal”, vaya al colegio que vaya, es más natural y sencillo de lo que parece. La mayoría, alumnos y profesores, nos levantamos por la mañana y vamos a dar lo mejor de nosotros mismos a nuestro colegio, sea de la red que sea. Y no me cabe duda de que las familias siempre buscan lo mejor para sus hijos: detrás de cada elección de centro hay individuos y vidas concretas que no entro a juzgar. Quienes hablan en los parlamentos y en los medios de comunicación sobre educación no suelen tener ni idea de la realidad escolar, y sueltan por la boca lo primero que se les viene a la boca.

En conclusión, dudo de la legalidad jurídica de las susodichas becas, que, en mi opinión, ahondan la fractura social que vivimos entre “los de arriba y los de abajo”, y no se rigen por ningún principio compensador de las diferencias sociales que, inevitablemente, se producen en todas las sociedades. Quisiera, como ciudadano, que se retirara la propuesta, pero, mucho me temo que no será así.

Personalmente, apuesto por la escuela pública, por que cualquier estudiante/ciudadano pueda desarrollarse plenamente en ella, por que se produzca la convivencia de todas las clases sociales en las aulas. Es la que deben “privilegiar” los poderes públicos ―financiación y condiciones laborales y académicas―, como sucede en otros países europeos. La escuela pública debe ser el referente de la educación de un país, no el “servicio público” que se ocupa de lo que nadie quiere. Y los docentes de la escuela pública, con sus virtudes y sus defectos, partiendo de las condiciones que tenemos (¡no son buenas!) hemos de buscar permanentemente la calidad de nuestro trabajo, pues en nuestras manos está la principal responsabilidad del funcionamiento de nuestros colegios.

Cuando los docentes ―da igual el tipo de centro― entramos en el aula, no debemos bloquearnos pensando en todo este guirigay político y social. No estoy diciendo que cerremos los ojos acríticamente a las políticas educativas, pues somos ciudadanos y educadores, sino que la propia actividad con los alumnos es tan absorbente que este debate es secundario en la práctica profesional diaria: nos debe importar hacer bien nuestro trabajo a pesar de las carencias, que son muchas. Sólo así la educación mejorará a las personas y a la sociedad.

Carlos Cuadrado Gómez

1 de agosto de 2022