viernes, 15 de marzo de 2019

La puerta de Luna

Por fin,
ya lo tengo en mis manos...


¡Espero que disfrutéis con el!
PARA CONSEGUIRLO
(Varias opciones)
*
En contacto directo con el autor
*
Librería La Libre de Barrio
C/ Villaverde, 4
28912-Leganés
Tlf.: 91.227.29.52
*
Librería Punto y Coma
C/ Torrubia, 1
28911-Leganés
Tlf.: 91.693.12.76

viernes, 1 de marzo de 2019

EL POTAJE DE ESOPO 8

EL POTAJE DE ESOPO 8

Resultado de imagen de esopo velazquez

Deambulación sexta
Sobre libros (I)

Tengo un poco seca la fuente de la meditación pedagógica. Campanuda frase para comenzar esta deambulación que voy a dedicar a mis lecturas, que, más que hacerme pensar o aumentar mis conocimientos, me dan compañía en el desierto de la vida. He pasado de lo campanudo a lo ampuloso. Perdonadme, estoy verborreico.
Hoy mis comentarios se refieren a los libros que últimamente he leído o a los que tengo ahora mismo entre manos. ¿Cuáles son los límites de ese últimamente? Son imprecisos, digamos un mes, mes y medio o dos meses.
Procederé por géneros.
En estos momentos, estoy releyendo la novela Don Segundo Sombra del argentino Ricardo Güiraldes. Es un clásico de la literatura gauchesca junto al Martín Fierro de José Hernández, ese largo cantar de gesta, que es la biblia de los argentinos. He vuelto a Don Segundo Sombra por casualidad. Como tengo la rodilla derecha perjudicada, voy a diario a una sesión de magnetoterapia: me tumbo en una camilla media hora y me ponen encima de la rodilla un arco magnético. Yo no siento nada, pero algo hará el aparato. La hora de comienzo es las cinco de la tarde, una hora muy torera. Los primeros días llegué con la intención de dedicar la media hora a la lectura. ¿Qué leo? Miré en mi biblioteca y tomé el volumen de Güiraldes porque el formato del libro es pequeño, es de esas colecciones de cuasi-mini-libros, con las cubiertas en piel roja, manejables para leer tumbado. Yo paseo el libro de mi casa a al centro de rehabilitación, pero realmente dormito la media hora, a lo sumo leo un párrafo. Ahora bien, como Don Segundo Sombra me ha enganchado, lo leo por los rincones de mi casa, de día y de noche, que es como se leen los libros que gustan. Esta novela y El viaje del Beagle de Charles Darwin son los responsables de mi afición a los caballos y de que, hace cinco años, decidiera aprender equitación en el Club Hípico Leganés. Y ahí sigo.
Recientemente he leído dos novelas: Todo el mundo sabe de Guillermo M. Schrem y La novela de Pepe Ansúrez de Gonzalo Torrente Ballester.
La novela de mi amigo Guillermo es policíaca. Pasadas las primeras veinte páginas, entré en un estado de lectura compulsiva, que no me abandonó hasta llegar al desenlace. Supongo que es lo que pretende quien cultiva este género. Guillermo lo consigue.
El día de la presentación de Todo el mundo sabe, que fue en una cafetería del Carrascal (Leganés), salí de la magnetoterapia y, camino de la cafetería, paré en la biblioteca Julián Besteiro para hacer tiempo. La biblioteca estaba abarrotada de estudiantes empollando sus apuntes. Me di una vuelta por la sección de novelas y tomé en préstamo La novela de Pepe Ansúrez. Es una vacilada de don Gonzalo, pero ¡tan bien hecha! Don Gonzalo nunca defrauda. ¡Es formidable!, tal vez el mejor novelista en lengua española del siglo XX.
Concluyo la sección de novela con mi César Aira. Lo descubrí por casualidad, viendo el programa de televisión Página 2, un programa que es un escaparate descarado de las grandes editoriales. El presentador me parece tópico, típico y patético. Pero ese día entrevistó a César Aira, y yo estaba allí. Aira es un novelista y ensayista argentino que en ambos géneros ha conseguido hacer algo distinto, algo profundamente distinto. Sus obras son breves, entre ochenta y ciento veinte páginas, y se van construyendo sobre la marcha, o esa es la impresión con que se queda el lector. Parece que ni el propio autor sabe qué pasará dos páginas más adelante. Y todo con una imaginación espectacular y una prosa prodigiosa. Lo último que he leído ha sido El sueño, donde se cruzan los destinos de vendedores de periódicos, madres solteras de un centro de acogida, monjas de carne y hueso y monjas cibernéticas. ¿Quién da más? Lo primero que leí de Aira fue La costurera y el viento. En espera tengo Varamo.
Hay obras de Francisco Umbral que no sé catalogar. Es el caso de Mortal y rosa y Diario de un escritor burgués. La segunda obra es la que acabo de leer. Me decanto por incluirla en el género de literatura de dietario. El gran dominador del género es Josep Pla, pero últimamente no he leído nada de él y, por lo tanto, no hago ningún comentario sobre su obra. Umbral cuenta más o menos su vida durante uno de los años de la transición española a la democracia, siendo presidente de gobierno Adolfo Suárez. Umbral fue un cronista excepcional de esa época, con agudeza, mordacidad y sentido del humor. Es uno de los mejores prosistas de la segunda mitad del siglo XX, un escritor con una sensibilidad exquisita, en lo que dice y en cómo lo dice. Umbral es sencillamente genial. De vez en cuando, acudo a él para leer literatura de calidad y encontrar algo de sosiego como lector. Es un puerto seguro.
Paso al ensayo. Estoy con Soren Kierkegaard. Más adelante diré por qué. A algunos os sonará de aquello que decían Faemino y Cansado: «¡Qué va, qué va, qué va, / yo leo a Kierkegaard!». Comencé con El concepto de angustia y ahora leo Migajas filosóficas. Mis referencias de Kierkegaard vienen de que es uno de los filósofos principales del existencialismo y de que influyó bastante en el pensamiento de Miguel de Unamuno. En El concepto de angustia me parece un filósofo menor. Creo que en la obra peca de psicologismo barato, y no consigue que al lector le quede claro ninguno de los conceptos que intenta explicar. Mi impresión es que él no se comprende a sí mismo. Simultáneamente he releído San Manuel Bueno Mártir de Miguel de Unamuno. En la cincuentena, que es el periodo de la vida en el que estoy, don Miguel me ha parecido un novelista notable, pero con un pensamiento religioso muy inmaduro. Las Migajas filosóficas me están interesando más, por el hecho de que se habla de Sócrates, Platón y otros filósofos griegos, que siempre son atractivos. Cuando acabe las Migajas filosóficas, leeré Temor y temblor, y ahí lo dejaré.
Salí de las pasadas Navidades con María Montessori y sus Ideas generales sobre el método bajo el brazo y continué con El método de la pedagogía científica. Son ensayos pedagógicos. Buscaba algo de luz para mi profesión, maestro de escuela, y regresé a una de mis pedagogas favoritas. Montessori es un faro en estas tinieblas pedagógicas en que vivimos. Sí que me ha iluminado, por el sentido pedagógico de su método y por dos o tres cosillas concretas, que intento llevar a la práctica en mi trabajo diario. Tengo pendiente tomar algunas notas y pergeñar algunos esquemas.
Hace un par de semanas he concluido La lengua y el género, del académico Pedro Álvarez de Miranda, donde se aborda la cuestión del lenguaje no sexista o lenguaje inclusivo, que es uno de los debates lingüísticos que se están produciendo a pie de calle. Álvarez de Miranda, con rigor filológico y buen humor, explica la estructura del español en relación con el género de las palabras y analiza los posibles derroteros evolutivos de nuestra lengua en este terreno. Hay que dar tiempo al tiempo antes de tirarse a la piscina, porque los fenómenos lingüísticos, para que supongan cambios estructurales y no se queden en modas pasajeras, necesitan precisamente tiempo. Recomiendo su lectura para evitar ciertas ideas preconcebidas y prejuiciosas que tienen poca base gramatical. De paso, el lector repasará la gramática española que estudió en la escuela y en el instituto, cosa que nunca está de más y que siempre viene bien.
Termino con la poesía.
El libro de Modesto González Lucas Poetas en la sierra de Gredos, que he tenido la suerte de presentar con el autor en dos ocasiones, me ha abierto la puerta a poetas ignotos para mí, entre ellos Ramón de Garciasol y Víctor Pérez. El poeta principal del libro, en su parte ensayística y en su parte antológica, es Miguel de Unamuno. Por eso, he releído San Manuel Bueno y Mártir y estoy con Kierkegaard. De rebote, por aquello de la mala costumbre de comparar a los poetas y, por lo tanto, considerar a Antonio Machado el mejor poeta de la Generación del 98, estoy releyendo apasionadamente la poesía completa de Machado. ¡Ay, don Antonio, qué bueno eres! En un rapto de entusiasmo, proclamo que Campos de Castilla deberíamos memorizarlo todos por devoción, y, si no hubiere devoción —hay gente para todo—, por obligación. No os podéis imaginar lo que estoy disfrutando con Machado. Habrá que dedicarle una deambulación monográfica.
De mi amigo Modesto ayer mismo concluí El cuenco de los haikus. Muy interesante. Todavía es un borrador. No sé si terminará en libro impreso. Mi ignorancia sobre la poesía japonesa es supina. Sólo he leído haikus sueltos y el libro de Luis González Carrillo En la frontera. Habrá que explorar esta veta.
Un poeta al que sigo y del que procuro leer todo lo que publica en castellano y en catalán es Pere Gimferrer, uno de esos grandes sabios que tenemos en España y que tan poco conocemos. Su último libro de poesía es Las llamas. ¡Extraordinario! Como me ocurre con otros poetas, entro un poco frío en sus libros. Los primeros poemas parece que pasan sin pena ni gloria, como una cosa anodina, pero, a medida que avanzo, la temperatura sube progresivamente muchos grados, y no me queda más remedio que admirar al poeta y volver a aquellos primeros poemas fríos. Y me los encuentro desafiantes y calientes, y reprochándome mi mediocridad de lector. ¡Cuántas lecciones recibe uno y cuántas me quedan pendientes!
Tengo que mencionar el Poema del cante jondo de Federico García Lorca. El pasado 22 de febrero de 2019 celebré con unos amigos el día de Andalucía, que es el 28 de febrero, con la palabra, el vino y el cante. Recité unos versos de este libro del gran Federico, que nos tocaron el corazón y nos emocionaron. Federico tiene magia y duende en sus versos, ¡qué le vamos a hacer!
Termino. Estoy esperando como agua de mayo el nuevo poemario de mi amiga Eloísa Pardo Castro, autora de Pronto será oro el membrillero y Besos de nitroglicerina en el corazón. No dejéis de visitar su blog. Creo que el poemario se titulará Piel. ¡Cuánta falta nos hace!

Carlos Cuadrado Gómez