lunes, 5 de marzo de 2018

EL POTAJE DE ESOPO 5

EL POTAJE DE ESOPO 5

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Deambulación tercera
¿Es la escuela una estafa?
En la sección de opinión del periódico El País del 18 de febrero de 2018, apareció el artículo de Moisés Naím: ¿Cuál es la mayor estafa del mundo? La educación. Se puede leer completo en:
https://elpais.com/elpais/2018/02/17/opinion/1518885620_434917.html
Antes de comentar el artículo, quiero hacer tres aclaraciones:
1. Una estafa, según el DRAE, sería un delito en el que, mediante engaño y con ánimo de lucro, se consigue dinero de alguien.
2. Moisés Naím es un columnista venezolano de origen judío, uno de esos individuos que a nivel mundial opinan sobre las cosas que nos afectan a todos y que tienen un halo de buenos tipos. Es doctor por el MIT y fue ministro de Fomento en Venezuela a lo largo de nueve años, durante la presidencia de Carlos Andrés Pérez. Se mueve como pez en el agua en los organismos internacionales del tipo ONU. Seguramente será un buen tipo, lo que pasa es que últimamente dudo mucho de la gente que pica tan alto y que ha picado así de alto desde muy joven. De todas formas, lo que dice en el artículo no le desprestigia ante mis ojos.
3. El Banco Mundial es un banco con sede en Washington D. C. que dicen que se dedica a asistir financieramente a países en desarrollo (países pobres), dando préstamos a bajo interés. Lo que hace Moisés Naím en su artículo es comentar un informe reciente de dicho banco: Informe sobre el desarrollo mundial.
Según el informe, del 5% de la economía mundial, que es lo que cuesta tener a 1.500 millones de niños y jóvenes escolarizados, la mayor parte se está malgastando, fundamentalmente porque los resultados de la inversión en educación son patéticos en los países pobres, tal como sucede en Kenia, Tanzania, Uganda, la India rural, Brasil y Uruguay.
Las causas de este desastre en los países del tercer mundo son cuatro:
1. La ignorancia de los profesores y la corrupción sindical del sector en países como México y Egipto.
2. El absentismo del profesorado.
3. La malnutrición del alumnado.
4. La falta de material escolar básico (libros y cuadernos).
Moisés Naím, que es un tío majete, bien comido y optimista, sugiere cuatro vías de solución:
1. Medir o evaluar lo que pasa.
2. Dar más peso a la calidad de la educación.
3. Escolarizar en edades tempranas.
4. Usar las tecnologías de manera selectiva y no como solución mágica.
Moisés Naím piensa que los pobres no están condenados al desastre irremediablemente porque, si Corea del Sur y Vietnam han sido capaces de implantar un sistema educativo de calidad, los demás también pueden.
Estoy de acuerdo con Moisés Naím en que la escolaridad sin aprendizaje es una oportunidad perdida y una injusticia para los pobres de la Tierra. Y también coincido con él en que escolarización no es lo mismo que aprendizaje.
Siempre que he visto imágenes de aulas en África, llenas de niños —casi nunca hay niñas—, que escuchan a un maestro que tiene una vara en la mano y una pizarra detrás, he pensado que eso no sirve para nada, o sólo sirve para que el periodista cobre el reportaje a precio de oro. Este artículo confirma mis sospechas. Realmente de esa manera es imposible que haya aprendizaje.
El progreso de las poblaciones pobres, sean países completos, sean regiones, sean barriadas de una ciudad del primer mundo, no se consigue tocando sólo un palo —y, por lo visto, el de la educación se toca mal—, sino con intervenciones globales, orientadas a que la gente de a pie tenga trabajo y riqueza en sus casas. Por llevar cuatro ordenadores a una aldea africana o a una barriada marginal, no van a salir del pozo. En ese sentido el artículo de Moisés Naím es tendenciosamente parcial, pues en este mundo todo está interconectado. Y la educación no sucede en el aire, sino en un contexto social y político concreto. ¿Qué otras medidas deberían acompañar a la escolarización?
Me llama la atención que no diga ni una palabra de Venezuela en su artículo. Él ha sido ministro de ese país. ¿Por qué no habla de su propia casa? ¿Qué opinaba del asunto cuando era político en activo? Estoy un poco cansado de ancianitos cargados de ética y razones que descubren la luz cuando se jubilan y pretenden sacarnos al resto del error. Las cosas hay que decirlas cuando se está en activo, cuando denunciar la injusticia nos puede acarrear disgustos o cosas peores.
Discrepo de que experiencias como las de Corea del Sur y Vietnam sean extrapolables a otros contextos. Tendría que conocer la evolución de estos países en su conjunto para valorar sus progresos educativos. Dicho a vuela pluma, como lo dice Moisés, suena muy bien, muy chachi piruli, pero sólo apunta a un optimismo mendaz.
Ahora aterricemos en nuestra propia escuela.
Nuestra situación social, política y escolar no es la de esos países mencionados del tercer mundo. No soy catastrofista ni populista. Compararnos con esas situaciones de extrema pobreza es inexacto y una falta de respeto hacia las personas que las sufren. Por algo arriesgan sus vidas en pateras para llegar a nuestro mundo. El fenómeno migratorio no se produce en sentido contrario.
Pero también aquí se malgasta en gran medida el presupuesto para educación. En las aulas de la escuela pública están más de diez años nuestros niños, adolescentes y jóvenes con muy poco resultado. Los informes PISA, con todos los peros que queramos ponerles y que realmente tienen, reflejan esta situación de fracaso generalizado del sistema público de enseñanza. Hay muchas causas de este fracaso. Con más inversión en educación seguramente mejoraríamos, pero, partiendo de una inversión base mínima, no todo se resuelve con dinero. Pongamos un par de asuntos sobre la mesa. No sé si una inversión mayor disminuiría las energías que emplean los docentes en campear los graves problemas conductuales que hay en las aulas, que son terribles. En muchas aulas de nuestro país es casi imposible dar una clase con unas condiciones mínimas —respeto entre iguales y silencio— para que se produzca el aprendizaje. Así no se puede aprender. El segundo asunto: el magisterio no está formado ni tiene ganas de formarse en serio una vez que ha metido la cabeza en la institución pública.
Evidentemente, escolarización no es lo mismo que aprendizaje. Nuestro sistema enseña a aprobar, como he dicho tantas veces, y, aunque siempre algo se aprende, se pierde el tiempo miserablemente en “estudiar para el examen”. No, amigos, debemos estudiar para saber, para crecer, para disfrutar, para ser más humanos, para hacer un mundo mejor, para ese tipo de cosas, no para rellenar un formulario de evaluación y que nos pongan un tres, un seis o un diez. Habría que rediseñar el currículo y perder menos tiempo en contenidos secundarios que no interesan a nadie y en programaciones absurdas que nadie lee.
Voy concluyendo, que esto se me alarga más de lo que yo quería.
De facto, en nuestra sociedad ya hay una red privada de centros, donde va la gente con “cierto” nivel económico y cultural, y una red pública, donde va quien no tiene otro sitio adonde ir. Esto es una generalización, hay excepciones en todos los lugares, pero creo que más o menos la cosa es así. En la red privada no se producen tres fenómenos ajenos al currículo y a la didáctica que, en mi opinión, menoscaban la calidad de la enseñanza en la escuela pública y, por lo tanto, malbaratan de alguna manera la inversión en educación:
1. En los centros privados se suelen impartir todos los niveles educativos de la enseñanza obligatoria. El alumno pasa de la Primaria a la Secundaria sin tener que cambiar de centro. Sin embargo, los alumnos de la enseñanza pública irremediablemente sufren una transición “salvaje” del colegio al instituto con sólo once o doce años.
2. En los centros privados no hay jornada continua; salvo que sea por imperativo legal, la jornada es partida. En la enseñanza pública muchos centros son de jornada continua. Sigo pensando que la jornada continua no beneficia a los alumnos de los niveles de Educación Infantil y Primaria.
3. El profesorado no tiene “moscosos”, que es la última conquista sindical en la enseñanza pública, al menos en la Comunidad de Madrid. Creo que es algo caído del cielo que puede enrarecer la vida de los colegios e institutos. De momento, estoy desorientado con el “logro” sindical, ya diré algo más consistente cuando pase el tiempo y vea qué sucede.
El artículo de Moisés Naím me ha parecido interesantísimo y ha sido la causa de estas reflexiones.
Te recuerdo, estimado lector, que todo lo anterior es una deambulación, y como tal debe tomarse.


Carlos Cuadrado Gómez