CARTAS A RAMÓN
Primera carta
31 de agosto
de 2020
Querido
Ramón:
A finales de junio avisé en este blog
que “la madre del cordero” sería la vuelta al cole en septiembre. Teníamos por
delante el colchón del verano, de las vacaciones, del calor. Con cierto asombro
hemos comprobado que el calor no mata al bicho del coronavirus, que campa a sus
anchas por la geografía mundial. Los últimos contagios, nos dicen los medios de
comunicación, se han producido en reuniones familiares y juergas
descontroladas. Sea donde sea, si ha habido contagio, es que el bicho anda
suelto.
En nuestro último desayuno (viernes, 28
de agosto), con el que despedíamos las vacaciones de verano, me pediste, como
buen pedagogo y ciudadano preocupado por la sociedad que eres, que te fuera
informando de cómo se irá desarrollando la vida escolar en los meses venideros.
Tu petición me dio la idea de hacerlo en modo epistolar. Lo que no sé es si
hacerlo en privado o en público a través de este blog. Lo que salga se titulará
Cartas a mi amigo Ramón o a Ramón a secas, ya veremos. El
problema cuando la epístola es pública es que es menos exacta por incompleta, no menos sincera:
se escribe con más precaución y hay detalles que no se cuentan por vergüenza o por no ofender.
Mañana es 1 de septiembre. Todos los
colegios de la escuela pública tendrán el primer claustro: bienvenida,
adscripciones oficiales, normas de funcionamiento para este curso, que este año
tendrán miga. En los medios de comunicación circulan muchas informaciones contradictorias
sobre el binomio escuela-coronavirus. Mañana en el claustro sabremos la información
verdadera, por eso, no he hecho ningún caso a la rumorología con que nos
inundan. Es uno de los claustros que más expectación me han
producido en mi vida.
Esta tarde —ahora son las 20:20 h— estoy
sereno y confiado en que lo haremos lo mejor posible con nuestros alumnos, pero
puedo irme descomponiendo a medida que llegue la noche. ¿Será una noche de
insomnio? No quisiera, aunque estaría justificado con la que está cayendo. Espero
descansar bien para la batalla que nos espera.
Mi último día de agosto ha sido muy
normalito, como casi todos mis días. Continúo con la lumbalgia que tenía el
viernes en el desayuno, la que me vino montando en bicicleta el jueves, camino
de Chinchón (Madrid). El sábado caminé y ayer, que me encontraba algo mejor,
salí a entrenar en bicicleta. Fui con cuidado los primeros kilómetros y luego,
aunque en todo momento me dolían las lumbares, se me fue calentando el cuerpo y
fui pillando buen ritmo. Pero me equivoqué de cabo a rabo. ¡No debí haber salido!
¡Qué dolor por la tarde! Empeoré todo lo que había mejorado el viernes y el
sábado. Espero no haberme hecho yo solito una lesión seria. Así que he decidido
abandonar las actividades deportivas esta semana para recuperarme bien. No me
puedo permitir estar de baja en estos momentos. Con toda seguridad el miércoles
tendré que cambiar con mi vecino de aula el mobiliario de los alumnos, y tengo
que poder, Dios mío. Aunque la gente no lo sepa o no se lo crea, estos trabajos
brutos de mudanza nos los curramos los maestros solitos a costilla o a
lumbares. Somos chicos para todo.
Lo del día normalito consiste en leer,
escribir, hacer tareas domésticas, cuidar de familiares mayores, hacer recados.
Ya me entiendes.
Hoy he despedido el verano concluyendo
dos libros: Illes mediterrànies. 1. De les Medes a les Balears de Josep
Pla (en catalán) y Niños con autismo y TGD. ¿Cómo puedo ayudarles? de
Paloma Cuadrado y Sara Valiente (Editorial Síntesis). Interesantísimos los dos,
cada uno en su tema. Conoces mi admiración por Pla, por
el que me enseñé catalán en 2013 para poder leerlo directamente sin traducciones. El libro sobre autismo es una síntesis muy útil y clara para padres y
maestros, y profesionalmente me hacía falta refrescar
los conocimientos sobre la cuestión. Como te los he comentado en directo, no me
extiendo, que la epístola se está alargando de más.
Continuaremos en contacto, amigo.
Adiós.
Carlos
Cuadrado Gómez