CARTAS A RAMÓN
Séptima carta
11 de octubre de 2021
Querido Ramón:
Ha pasado apenas un mes desde comenzó
este curso escolar 2021-2022. Me despedí de ti en junio. Los sesenta días del
verano han sido muy productivos y reparadores, además hemos sido fieles a
nuestro desayuno de fin de verano y a nuestra comida de comienzo de curso con
José Manuel. ¿Qué más podemos pedir? Aquí me tienes con ganas de darle a la
tecla y comentarte la actualidad escolar como yo la veo.
¿COVID-19? En España los últimos datos
indican que la cosa va mejorando. En los colegios de Infantil y Primaria mantenemos
casi las mismas medidas del curso pasado: grupos burbuja en clase y en los
patios, gel hidroalcohólico en todas las entradas y salidas de la
jornada, ventilación permanente de las aulas y mascarilla a toda hora, niños y
profesores a partir de 1.º de Educación Primaria.
¿Diferencias? En vez de veinte alumnos
en el aula, hemos vuelto a los veinticinco de toda la vida, o alguno más. El
almuerzo del recreo se come en el patio. Poco más. La inversión que se hizo el
curso pasado para aligerar las aulas con “grupos mixtos” se ha volatilizado.
Trabajar con una ratio más baja fue una ilusión transitoria que difícilmente
volverá. ¿Adónde va el dinero de aquella partida? Imagino que no sale de la
hucha, aunque la hucha debería cuidar la educación de modo prioritario. De los
políticos, cómo no, hablaré al final.
Mi impresión, Ramón, después de este
primer mes de colegio, analizando a los alumnos ―podríamos decir familias― que
se incorporan o ya están en el sistema y las noticias de los medios de
comunicación ―tomadas estas con todas las precauciones―, es que nuestra sociedad
va “un poquito más” a la deriva. Vivimos en un “continuo descendente”, lento e
imparable. Se aprecia cuando echamos la vista atrás un par de años o tres. A veces,
lo notamos de un año para otro, como tristemente me ocurre en estos momentos.
Me conformo cada vez con menos. Ahora simplemente
quisiera que la mascarilla dejara de ser obligatoria en los colegios. La mascarilla
es un gran obstáculo para trabajar con niños: oculta todo lo gestual del rostro, que
incluye el movimiento de la boca, y mitiga el sonido y la claridad de la voz de
maestros y niños. Observo un empeoramiento del lenguaje oral de los alumnos
pequeños, que retrasan su evolución lingüística normal. Hay dislalias
evolutivas que tardan más en ser superadas a causa de esta peor discriminación
auditiva. Además, tengamos en cuenta que a la escuela llegan cada vez más
alumnos de origen no hispano ―principalmente alumnos marroquíes y de los países
del este―: con la mascarilla el aprendizaje del español, que es nuestra lengua
vehicular, se dificulta enormemente.
Para entender “algo” el mundo en que
vivimos, estoy leyendo Posmodernidad, identidad y poder digital. Las nuevas
estrategias de vida y sus angustias, de José Mármol (Barteby Editores,
Madrid, 2019). A José Mármol en su casa lo conocerán; en las solapas del libro
se dice que es poeta, ensayista y doctor en Filosofía. No entraré en detalles
de cómo llegué a este libro. Mármol es peor que la carne de pescuezo, pero,
como no hay libro tan malo que no tenga algo bueno (Plinio el Joven), estoy
sacando de él notas muy sustanciosas para el futuro libro de La escuela despistada. Mármol
cita y copia a otros autores, sin duda mejores que él, por lo que hay conceptos
y planteamientos francamente buenos.
Uno de ellos es el término infoxicación,
creado por A. Cornella (2013), y que «se trata del consumo excesivo de
información, a tal magnitud, que arrodilla al pensamiento, por cuanto el
individuo, por más que desee, no está en condiciones de asimilar la calidad de
esa cantidad de datos». Este mismo concepto fue enunciado anteriormente por D.
Lewis (1966) como “síndrome de fatiga de la información”, que se explica por sí
mismo.
El síndrome de infoxicación es,
en mi opinión, uno de los males más comunes de nuestro tiempo, mires hacia
donde mires. No te imaginas, Ramón, la cantidad de información basura que nos
llega a los docentes por todos los lados. Las ofertas de actividades para
alumnos, cursos de formación, estadísticas inútiles, por decir algunos
ejemplos, son incalculables. De mandar tanta basura a la basura, me duele el
dedo que clica la orden. Más grave me parece cuando la infoxicación se
filtra en el currículo, uno de los pilares de la educación: ¿Qué seleccionamos
de tantas propuestas como nos llegan para que se enseñen en la escuela? Difícil
decisión epistemológica.
En próximas cartas seguiré comentando la
nueva ley de educación, por supuesto. También tengo en la recámara la cuestión del fracaso
escolar, que hemos comentado brevemente en alguna de nuestras comidas. Tratar
el fracaso escolar requiere tranquilidad y desgranar los muchos matices
que encierra. En fin, ¡tantas cosas, Ramón!
Por hoy, concluyo con una cita de Josep
Pla. Como dice mi amigo Guillermo M. Schrem y más arriba he comentado sobre el
libro de Mármol, incluir buenas citas en un texto garantiza que el lector lea
alguna cosa aceptable. Es una deferencia hacia él, ya que tiene la amabilidad
de leer a pobres diablos como yo. La cita de Pla se refiere a los políticos y son
las palabras que mejor reflejan mi estado de ánimo y el de tantos otros. Aunque
la clase política y el pueblo llano llevamos vidas paralelas, sus decisiones inevitablemente nos afectan más de lo que quisiéramos. Reproduzco la cita en
catalán y a continuación la traduzco al español. Es tan lúcida que no precisa glosa:
«Quan hom pensa que, malgrat l'enorme quantitat d'imbecils que hi ha en la governació d'un país, hom pot anar tirant, la sorpresa és permanent e inenarrable».
«Cuando uno piensa que, a pesar de la
enorme cantidad de imbéciles que hay en la gobernación de un país, se puede ir
tirando, la sorpresa es permanente e inenarrable».
Siempre tuyo:
Carlos Cuadrado Gómez