CONDENA
PERPETUA
(In mente las mujeres de
Afganistán)
Cuando estos llegaron,
se estrechó la celda
donde vivo escarbando,
desde el seno materno,
desde la lotería fatal
que me condenó.
¿Por
qué dependo,
sin culpa
y sin juicio,
del capricho
de las horas intermitentes?
Cuando estos llegaron,
ya respiraba sola,
ya temía
sola
cada
paso, cada mirada.
Una migaja de luz
me arranca mil lágrimas
de deuda inocente.
Mi
cuerpo, maldición
para
mí,
apetito peligroso
para el ojo y la barba,
lastre
de dolor y oscuridad.
Me han
cortado los pies
de la
huida,
las manos, los codos, las rodillas.
¿Por
qué?
Insoportable porqué de carne
y de complejos.
Desesperación
y asco.
Cuando estos llegaron,
cavé con mis uñas
un agujero en la celda
para hundir los ojos y la lengua.
El
miedo al dolor
no es el miedo a la muerte,
es el miedo a la vida,
a la existencia concentrada.
Cuando estos llegaron,
mi condena me abofeteó feroz:
condenada a no ver,
al hambre, a la infancia dependiente,
al terror de existir.
¡No me
liberéis!
¡Quiero ser yo, yo misma, yo libre!
¡Qué
angustia, alma mía!
Y maldigo
el azar de la sangre,
y maldigo los duros latidos,
y maldigo las blandas doctrinas,
y maldigo el olvido homicida,
y maldigo este negro agujero.
Carlos Cuadrado Gómez