NOTAS DE VERANO (1)
COMPRAS Y CONTACTO CON EL AUTOR: laescueladelentretenimiento@gmail.com
viernes, 14 de julio de 2023
NOTAS DE VERANO (1) Le temps retrouvé
viernes, 16 de junio de 2023
Cartas a Ramón (16 de junio de 2023)

lunes, 10 de abril de 2023
PARA ELLOS (POEMA)
los repartidores de Amazon,
los mendigos de la puerta de la iglesia.
sólo hablan de sus malos amores,
de sus deseos de lengua y sexo,
la monotonía de las injusticias,
son para ellos,
jueves, 8 de diciembre de 2022
Cartas a Ramón (8 de diciembre de 2022)
CARTAS A RAMÓN
Undécima carta
8 de diciembre de 2022
Querido Ramón:
Con no poca sorpresa compruebo que esta es la primera carta del presente curso escolar. Desde mi comentario de las becas para pudientes del 1 de agosto, he tenido este blog muerto de hambre. Y, si el blog no come, se pierden los lectores. No estamos para perder nada: ni lectores ni, por supuesto, dinero. Creo que en esto estaremos de acuerdo, nosotros, que somos autores más bien desconocidos y a los que los libros les dan pocas alegrías monetarias, por no decir ninguna.
Que no escriba en el blog no quiere decir que haya estado tumbado a la bartola. He invertido bastantes horas en preparar conferencias sobre Nebrija y el Quijote, como bien sabes. Un tiempo bien empleado y disfrutado por mí. En los tiempos que corren, esclavos de lo informático, lo virtual y la ciberseguridad, tengo muchas dudas de que todo lo que se salga de ese redil tenga algún valor cultural o de conocimiento. Tengo la sensación de que se está produciendo una regresión a la barbarie de la fragmentación del saber, de ignorar lo básico para irse por las ramas, de primar el continente sobre el contenido. Cuando el continente se vuelve contenido, y contenido exclusivo, la desorientación puede ser enorme.
La escuela, me parece a mí, está bastante despistada. La cuestión del currículo está recuperando protagonismo cada día que pasa: ¿Qué hay que enseñar en la escuela? Como afirmamos tú y yo frecuentemente, la escuela no vive en las nubes y es una institución permeable a los cambios que, para bien o para mal, se producen en la sociedad. Si la sociedad no sabe por dónde tirar, si se ve abrumada por una tecnología puntera que no consigue asimilar en el día a día, si las políticas también yerran y se inclinan por el individualismo y la privatización de todo lo público, caiga quien caiga, la escuela se resiente ¡y de qué manera!
A día de hoy, miles de maestros de la enseñanza pública y privada están reescribiendo o haciendo de nuevo las programaciones didácticas que "rehicieron" en 2018, apenas hace cuatro años. Hay que actualizarlas a la nueva ley. En la práctica, son papeles estériles, documentos que se hacen por obligación para cumplir con las órdenes "de arriba". Estas nuevas programaciones, donde puede parecer que se inventa lo ya inventado (otro día pondremos ejemplos concretos), durarán lo que tarde en subir al gobierno el partido de la oposición, que impondrá su nueva ley educativa como los gobiernos precedentes. Son leyes, las leyes educativas, que se pliegan a las modas sociológicas, psicológicas, pedagógicas e ideológicas del momento. Son un simple cambio de nomenclatura, que implica un nuevo papeleo, que acabará, como el anterior, en la papelera. Siempre hay comentadores que nos explicarán las bondades de la ley en curso y que tratarán al resto de ignorantes: la nueva ley invariablemente salva a la infancia de no sé qué secuestros y maldades de las anteriores leyes. Inventamos el mundo a golpe de elecciones generales, o de elecciones autonómicas, porque en España cada autonomía legisla para "adaptar" la ley a sus singulares peculiaridades que, por lo visto, son muy diferentes entre Madrid y Toledo o entre Tarragona y Teruel, por poner un par de ejemplos. Yo soy uno de esos maestros que se dedican al corta y pega en estos días.
Con cierta preocupación observo una deriva hacia la híper-emotividad en las sociedades occidentales. De las sociedades orientales, no tengo ni idea. Tengo la sensación de que hay un neorromanticismo que exalta la emotividad, que considera lo que siente el individuo como absoluto y pilar de la verdad, y que arrincona la racionalidad. Faltan el debate racional de ideas, de las pocas o muchas que se tengan, y el sosiego necesario para debatir y buscar soluciones a un mundo que camina desnortado. Me parece a veces que regreso al periodo de entreguerras, del que Europa salió de la mano de los movimientos ideológicos que se partieron la cara en la Segunda Guerra Mundial, aunque sé que la historia nunca se repite ni es previsible. Si conociéramos bien la Historia Antigua, tal vez nos compararíamos con uno de esos periodos convulsos del imperio egipcio. Lo de la Segunda Guerra Mundial y nuestra Guerra Civil nos pilla más cerca. En las modernas líneas de pensamiento educativo, la híper-emotividad campa a sus anchas. Lo exagerado y lo complicado nunca es solución, y perdura poco en el tiempo.
Ramón, creo que estamos en un periodo de decadencia, pero nada es eterno y de esto la humanidad saldrá y estrenará un nuevo ciclo, sin duda. Pienso que ningún tiempo pasado fue mejor y que agua pasada no mueve molino. Cada uno vivimos el momento que nos toca y es ahí donde jugamos el partido, procuremos hacerlo con dignidad y mejorando nuestro entorno más cercano, que podemos. El ser humano tiene muchas limitaciones, pero no está predestinado a nada. Si no creyéramos en el ser humano, en que podemos aprender y mejorar, no seríamos maestros.
Hoy el tono de la carta es homilético. Quizás sea una catarsis rápida de quien escribe, lo cual es una incongruencia después de criticar unas líneas más arriba la híper-emotividad. Pero nada es blanco o negro, la realidad es una gama infinita de grises. Me quedo con esta excusa.
Llega la Navidad. Disfrutemos de los turrones y de la pandereta y abandonemos las pesadumbres por unos días. ¿No te parece?
Siempre tuyo:
Carlos Cuadrado Gómez
lunes, 1 de agosto de 2022
BECAS POLÉMICAS
El próximo curso escolar
(2022-2023) la Comunidad de Madrid dará unas ayudas a estudiantes de
bachillerato para cursarlo en centros educativos privados. El tope de ingreso
familiar anual para los solicitantes oscila entre los 107.739 € y los 179.565 €
―esta última cifra supone unos ingresos mensuales de casi 15.000 €―,
dependiendo de que en la unidad familiar cuente con uno, dos o tres hijos. El
curso pasado, el límite estaba en torno a los 35.000 €. Para esta partida, en
los presupuestos de la Comunidad de Madrid habrá un notable incremento: de aproximadamente 9
millones de euros (curso 2021-2022) a 43.497.750 euros (curso 2022-2023). Para cotejar estos datos, consúltese la Orden 1533/2022 del Consejero de Educación de la Comunidad de Madrid, publicada en el BOCM del 19 de mayo de 2022.
En el curso 2019-2020, se
abrió la puerta a este tipo de becas, cuya finalidad es que alumnos que han
cursado la ESO en un centro privado-concertado puedan cursar el bachillerato en
el mismo centro. El umbral de renta era muy bajo, en torno a 10.000 €, pero se
inauguró la posibilidad de dar ayudas para cursar una enseñanza secundaria no
obligatoria en centros privados.
La enseñanza básica es
obligatoria y gratuita en España (Constitución Española, artículo 27.4). Desde
la aprobación de la LOGSE (1990), la enseñanza básica abarca el periodo de 6 a
16 años: Enseñanza Primaria y Enseñanza Secundaria Obligatoria. La LODE (1985)
creó la tipología de centros educativos en función de la titularidad y la
financiación: centros públicos (titularidad y financiación públicas), centros
privados-concertados (titularidad privada y financiación pública) y centros
privados (titularidad y financiación privadas). En los centros privados-concertados
la enseñanza básica es gratuita, pero en la enseñanza secundaria no obligatoria
(bachillerato y formación profesional), que ya no es básica, no puede haber
financiación pública, y los alumnos de esos centros, si continúan el
bachillerato o la formación profesional en ellos, tienen que “pagar”.
El Estado garantiza la
posibilidad de estudiar la enseñanza secundaria no obligatoria ―“sin pagar”― en
los institutos públicos de Enseñanza Secundaria (IES). Las becas de estudio
aparecen en la enseñanza universitaria. La política de becas se orienta a
garantizar la igualdad ante la ley de los ciudadanos (Constitución Española,
art. 14) en el ejercicio de un derecho fundamental como es el de la educación,
compensando las desigualdades socio-económicas de los alumnos/ciudadanos en
periodo de formación.
Los alumnos de los
centros privados-concertados al acabar la ESO, si quieren continuar enseñando la
enseñanza secundaria no obligatoria tienen dos opciones: cursarla gratuitamente
en un instituto público (IES) o costeársela en un centro privado (que puede ser
el mismo centro privado-concertado donde han cursado la enseñanza básica).
En los años 90 del siglo
XX en los colegios públicos había dos periodos de admisión de alumnos: uno al
comienzo de la Educación Infantil y otro al comienzo de la Educación Primaria,
en los que se aplicaban los criterios que la ley marcaba para conseguir una
plaza: básicamente, cercanía del domicilio al centro educativo, hermanos en el
centro y renta. Por lo tanto, un alumno que tenía una plaza en Educación
Infantil ―que no era ni es enseñanza básica―, no tenía garantizada la plaza en
Educación Primaria en el mismo centro público, y, de hecho, excepcionalmente
había alumnos que tenían que ir a otros centros públicos. Por supuesto, la
plaza en la Educación Primaria en un centro público estaba siempre garantizada,
aunque no fuera donde se cursó la Educación Infantil.
Al no ser enseñanza obligatoria
la Educación Infantil, no estaba subvencionada. Y sucedía que alumnos que
estudiaban la Educación Infantil en un centro privado pagando, optaban con todo
el derecho a plazas públicas al comenzar la Enseñanza Privada. Y, viceversa,
alumnos que cursaban la Educación Infantil en centros públicos optaban
igualmente a plazas de Educación Primaria en centros privados-concertados, pues
los criterios de admisión antes mencionados eran y son comunes. Tan dinero
público, procedente de los impuestos, es el empleado en la enseñanza pública
como el empleado en la enseñanza concertada. Aclaremos que un concierto no es
una beca, es un acuerdo entre la administración pública y un ente privado para
ejercer en este caso el derecho fundamental de la educación. La beca, sin
embargo, es una ayuda individual de carácter compensatorio de las deficiencias
socio-económicas que a un determinado individuo le restan “igualdad” en
relación con otros para ejercer un determinado derecho fundamental.
El paso automático de la
Educación Infantil a la Educación Primaria en el mismo centro educativo suponía
una quiebra del principio de igualdad: en la enseñanza privada la capacidad
económica de los alumnos para ingresar en la Educación Infantil era un claro criterio
de selección, y no era de recibo que, hecha la selección del alumnado por
criterios económicos, el acceso a la Enseñanza Primaria “concertada” fuera
automática. Era necesario un nuevo proceso de admisión. Tengamos en cuenta, que
no era ni es obligatorio que un alumno curse la Educación Infantil, aunque a
día de hoy podemos decir que el segundo ciclo de la Educación Infantil es
universal en España.
Evidentemente, desde el
punto de vista pedagógico, la continuidad de los alumnos en un mismo centro
educativo ―mismo proyecto educativo, mismo proyecto curricular, mismo espacio,
mismos compañeros― es lo más correcto, y todavía más en las edades tempranas de
la educación.
Aquella mecánica de dos
procesos de admisión, que era muy “constitucional”, pero poco “pedagógica”,
terminó cuando el proceso de admisión se redujo a uno: el comienzo del segundo
ciclo de Educación Infantil. Creo, perdonadme esta posible inexactitud, que la
Educación Infantil está subvencionada en los centros privados-concertados, en
cuyo caso, el criterio socio-económico no sería un criterio de admisión y se
salvaría el principio de igualdad. El reciente RD 95/2022 de 1 de febrero, BOE
2 de febrero de 2022, indica que la Educación Infantil tiene carácter
voluntario (Art. 5. 1) y que su segundo ciclo es gratuito (Art. 5.2), pero
desconozco la mecánica concreta de los conciertos educativos.
La justificación que da la
Comunidad de Madrid para dar las ayudas a familias con unos ingresos mensuales
entre 10.000 € y 15.000 € sería parecida a la que se planteaba en el paso de Educación
Infantil a Educación Primaria: el beneficio pedagógico de la continuidad del
estudiante en un mismo centro educativo.
Como ciudadano, de
entrada, me parecen desmesuradas las cifras. El Estado garantiza los estudios
de las enseñanzas secundarias no obligatorias, que, recuerdo, no son enseñanza
básica, en institutos de enseñanza públicos.
Diría a cualquiera que
esté en esa buenísima situación económica: Usted es muy libre de gastarse el
dinero en lo que quiera, por supuesto. Pero, si con esos pingües ingresos
mensuales a usted no le llega para pagar el bachillerato privado de su hijo, tendrá
que replantearse su economía familiar, revisando los ingresos y los gastos, y
decidiendo qué es prioritario y qué es prescindible. O, sencillamente, no puede
asumir ese gasto ―por lo visto, no es tan rico como parece― y su hijo irá a un
instituto público a estudiar el bachillerato, que, le aseguro, mucha gente lo
hace con naturalidad y luego saca sus carreras. Opino, como se puede deducir de
lo anterior, que esta partida de becas no “compensa” nada y pierden, por lo
tanto, su sentido y su razón de ser “constitucional”.
Ignoro el coste de la
mensualidad de un bachillerato privado, pero parece ser que las susodichas
becas no lo cubren en su totalidad, por lo que está destinado a familias que
pueden sufragar el importe restante, con lo que excluimos de su disfrute a
todos los que no pueden desembolsar ese “resto”. Según algunos juristas, se estaría
vulnerando el artículo 14 de la Constitución Española (igualdad de todos ante
la ley) y la propuesta podría acabar en los tribunales perfectamente. La
doctrina del Tribunal Constitucional al respecto se reduce a dos fallos que
encima son contradictorios. En los meses venideros es muy probable un debate técnico
y jurídico sobre el asunto, pues no puede pasar desapercibido en, al menos, dos
aspectos: el hecho de la ayuda en sí (becar enseñanza privada no básica) y las
cantidades de las ayudas. Dentro de la formación política que hace la propuesta
hay voces críticas con ella, y admiten que al menos es “discutible” que la
administración pública conceda becas a estudiantes de familias con rentas tan
altas.
Para mí, detrás de este
debate hay muchos flecos.
Según los datos de la
propia Comunidad de Madrid (Informe del curso 2020/2021), en esta región el
54,5 % de los centros educativos son públicos, el 29,5 % son
privados-concertados y el 16,0 % son privados “puros”. La relación
públicos-privados es casi de mitad/mitad. En el municipio de Madrid, el
porcentaje de privados (60 %) supera al de públicos (40 %). Pensemos que la
autorización para la creación de un centro educativo, del tipo que sea, tiene
que publicarse en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid: no deja de ser
una decisión política de las autoridades de cada Comunidad Autónoma. En Madrid,
en las últimas décadas, la creación de centros privados ha sido muy elevada. Las
cifras del conjunto de España (Eurostat, 2018, hace cuatro años) nos sitúan en
el grupo de países europeos con menor porcentaje de enseñanza pública (69 %), frente a países como Italia o Alemania cuya enseñanza pública supera el 90 %.
Si en España, y más en concreto la Comunidad de Madrid, después de la
Constitución de 1978, la enseñanza privada-concertada es “necesaria” es porque
partíamos de una situación en la que había un número elevado de centros privados
y por la creación sostenida en el tiempo de este tipo de centros.
No puedo hacer una
descripción ni una valoración del funcionamiento interno de los centros
privados y de la calidad pedagógica de su trabajo, porque no tengo un
conocimiento directo ni datos al respecto. Tampoco puedo opinar sobre si
cumplen a rajatabla las condiciones de los conciertos educativos: suponemos que
el Servicio de Inspección Técnica Educativa hará bien su trabajo y que podemos
estar tranquilos.
Tomada esta prevención,
continúo con otros flecos.
La distancia o separación de las dos
redes de centros educativos, privada y pública, cada vez es mayor, en perjuicio
de la red pública. En el imaginario colectivo, se va generalizando poco a poco la idea de que, si usted quiere para su hijo una enseñanza de calidad, la tiene
que pagar. Si puede, rásquese el bolsillo, y no junte a su hijo con niños o
jóvenes que no tienen más remedio que acudir a la enseñanza pública. No hay más
que oír los comentarios al respecto en las tertulias periodísticas, los programas
del corazón o las series televisivas. En esa línea van las declaraciones de
algunos políticos que defienden con mil argumentos este tipo de becas
polémicas.
La escuela pública sería
un lugar sin disciplina y un nido de malos profesores que adoctrinan a sus
alumnos ―no sé de qué, en todos los años que llevo de docente siempre me he
limitado a educar en los principios fundamentales de nuestra Constitución― a lo
largo de la jornada escolar. Precisamente, en aras a la libertad de enseñanza y
de la libre elección de centro educativo, las familias que eligen un centro
privado lo hacen en función del ideario del centro elegido. ¿No se adoctrina,
por ejemplo, en los colegios del Opus Dei o en centros donde la enseñanza no es
mixta?, me pregunto. Si no tiene qué rascar en sus bolsillos, resígnese y
aparque al niño en uno de esos antros, llamados colegios públicos. Obviamente
esto es una caricatura exagerada, pero grosso modo es lo que piensan
muchos ciudadanos, utilicen la red que utilicen. En el conjunto de esos
ciudadanos hay que incluir a políticos de todo el arco parlamentario,
lamentablemente. En el fondo, esto es una cuestión de clasismo, tan propio de
la naturaleza humana.
Nunca es acertada una
visión idílica de ninguna institución escolar: la educación a pie de aula es
una actividad complicada y comprometida en la que entran en juego muchos
factores. El día a día de la gente “normal”, vaya al colegio que vaya, es más
natural y sencillo de lo que parece. La mayoría, alumnos y profesores, nos
levantamos por la mañana y vamos a dar lo mejor de nosotros mismos a nuestro
colegio, sea de la red que sea. Y no me cabe duda de que las familias siempre
buscan lo mejor para sus hijos: detrás de cada elección de centro hay
individuos y vidas concretas que no entro a juzgar. Quienes hablan en los
parlamentos y en los medios de comunicación sobre educación no suelen tener ni
idea de la realidad escolar, y sueltan por la boca lo primero que se les viene
a la boca.
En conclusión, dudo de la
legalidad jurídica de las susodichas becas, que, en mi opinión, ahondan la
fractura social que vivimos entre “los de arriba y los de abajo”, y no se rigen
por ningún principio compensador de las diferencias sociales que,
inevitablemente, se producen en todas las sociedades. Quisiera, como ciudadano,
que se retirara la propuesta, pero, mucho me temo que no será así.
Personalmente, apuesto
por la escuela pública, por que cualquier estudiante/ciudadano pueda
desarrollarse plenamente en ella, por que se produzca la convivencia de todas
las clases sociales en las aulas. Es la que deben “privilegiar” los poderes
públicos ―financiación y condiciones laborales y académicas―, como sucede en
otros países europeos. La escuela pública debe ser el referente de la educación
de un país, no el “servicio público” que se ocupa de lo que nadie quiere. Y los
docentes de la escuela pública, con sus virtudes y sus defectos, partiendo de
las condiciones que tenemos (¡no son buenas!) hemos de buscar permanentemente
la calidad de nuestro trabajo, pues en nuestras manos está la principal
responsabilidad del funcionamiento de nuestros colegios.
Cuando los docentes ―da
igual el tipo de centro― entramos en el aula, no debemos bloquearnos pensando
en todo este guirigay político y social. No estoy diciendo que cerremos los
ojos acríticamente a las políticas educativas, pues somos ciudadanos y
educadores, sino que la propia actividad con los alumnos es tan absorbente que
este debate es secundario en la práctica profesional diaria: nos debe importar
hacer bien nuestro trabajo a pesar de las carencias, que son muchas. Sólo así
la educación mejorará a las personas y a la sociedad.
Carlos
Cuadrado Gómez
1 de agosto
de 2022
jueves, 30 de junio de 2022
Cartas a Ramón (30 de junio de 2022)
CARTAS A RAMÓN
Décima carta
30 de junio de 2022
Querido
Ramón:
Con un pie en el estribo, a escasas
horas de salir unos días de vacaciones, tengo remordimientos si no te escribo
algo del curso escolar que acabamos de dejar atrás, aunque sean unas breves
notas a modo de resumen.
Ha sido un curso muy intenso, quizás más
que el anterior, cuando, después de la pandemia, hubo que hacer desdobles y
cursos mixtos para ajustar las ratios a las medidas anticovid. En
septiembre las ratios volvieron a su excesiva normalidad, con alegría y
sin complejos. Y con ellas las consecuencias de dos años anómalos, uno de ellos
prácticamente perdido: la enseñanza en línea con alumnos de Primaria fue un
fiasco que perjudicó principalmente a los alumnos en peor posición social. Ha sido
complicado volver a un ritmo constante y sereno de trabajo escolar, que es lo
que a la larga da resultado.
La falta de atención y de concentración
de los alumnos parece un mal generalizado: preguntes a quien preguntes del
gremio, coincide en que los alumnos tienen una atención dispersa. Hablaríamos de
un déficit de atención generacional ―siempre con honrosas excepciones, como
todo en la vida―, que en algunos casos, por sus características personales y
ambientales, deriva en una falta de atención patológica. No estoy diciendo que
los alumnos se porten mal, que desobedezcan o que sean indiferentes a las actividades
que les proponemos. Digo que no conseguimos que se concentren, que se conecten
mentalmente con el maestro y que, relajadamente, se produzca el aprendizaje. Sobre
este tema, volveré. Me preocupa.
Insisto en la inutilidad del modelo
academicista en los tiempos que corren. Volveremos a dedicar horas inútiles a
rehacer los proyectos curriculares y las programaciones didácticas para adaptarnos
a la nueva ley de educación, que no nos saca, como las anteriores, de un modelo
de cursos y notas, en el que los alumnos aprenden a aprobar, pero no aprenden
los fundamentos de la cultura. El cambio de nomenclatura pedagógica es sólo
palabrería estéril. Estamos demasiado cansados de estas reformas nominales. En fin,
que nadie se extrañe de que la realidad de las aulas vaya paralela al corpus
legal educativo, porque es imprescindible para sobrevivir y hacer un trabajo
medianamente digno.
No obstante, como hablamos cuando
tomamos un café, la responsabilidad de la calidad de la escuela está
principalmente en manos de los docentes. Tenemos mucha libertad para actuar. Si
la escuela no va bien, tenemos la mayor parte de la culpa nosotros. Eso es lo
que pienso, y creo que coincido contigo.
Vienen tiempos complicados por muchos
frentes. La escuela no es ajena a lo que pasa en el mundo, es más permeable de
lo que parece. Por ejemplo, las consecuencias de la cercana guerra de Ucrania,
a la que desgraciadamente no veo un final inmediato ni justo, se tienen que
notar en los meses venideros: refugiados que huyen del terror, restricciones
económicas, aumento del gasto militar y disminución del gasto social, la subida
de los precios y tantas otras. No sé cómo, pero seguro que nos afectará. Son tiempos
que atarse fuerte los cordones y trabajar duro, a pesar de los misiles reales o
metafóricos que caigan a nuestro alrededor.
En fin, comienzan las vacaciones, y el
descanso de un curso tan intenso y tan revuelto siempre sienta bien. Aprovecharemos,
cómo no, a leer sin prisas y con placidez. Comienzo mis lecturas de verano,
entre otros, con una biografía de Nebrija (estamos en el V centenario de su
muerte): La pasión de saber. Vida de Antonio de Nebrija, de Pedro Martín
Baños. Es seria y completa.
Estoy descubriendo con agrado a nuestro
actual director de la Real Academia: Santiago Muñoz Machado, un intelectual de
peso y brillante. Tengo sobre la mesa su último libro, Cervantes, una
biografía también seria y completa. Espero aclarar algunas dudas sobre nuestro
Miguel, al que parece que nunca conocemos bien ni del todo. He comenzado de
Muñoz Machado (los libros se cuelan en nuestra vida como les da la gana) Informe
sobre España. Repensar el Estado o destruirlo, que me está pareciendo
sumamente lúcido. A ver si me ayuda a comprender la realidad histórica, política
y social en la que vivimos. Ya te diré.
Y, sin ánimo de apabullar, termino
mencionando a Cristina Peri Rossi, nuestra reciente Premio Cervantes. Estoy leyendo
su poesía: en el segundo verso que leí, ya me cautivó. Maravillosa y genial. La
recomiendo, por supuesto.
Aunque sea verano, no se para el mundo.
Tenemos mucho que escribir y que comentar. Pasan como un suspiro, pero dos meses dan para bastante, así que seguiremos en la brecha.
Siempre tuyo:
Carlos
Cuadrado Gómez
lunes, 7 de marzo de 2022
Condena perpetua (In mente las mujeres de Afganistán)
CONDENA
PERPETUA
(In mente las mujeres de
Afganistán)
Cuando estos llegaron,
se estrechó la celda
donde vivo escarbando,
desde el seno materno,
desde la lotería fatal
que me condenó.
¿Por
qué dependo,
sin culpa
y sin juicio,
del capricho
de las horas intermitentes?
Cuando estos llegaron,
ya respiraba sola,
ya temía
sola
cada
paso, cada mirada.
Una migaja de luz
me arranca mil lágrimas
de deuda inocente.
Mi
cuerpo, maldición
para
mí,
apetito peligroso
para el ojo y la barba,
lastre
de dolor y oscuridad.
Me han
cortado los pies
de la
huida,
las manos, los codos, las rodillas.
¿Por
qué?
Insoportable porqué de carne
y de complejos.
Desesperación
y asco.
Cuando estos llegaron,
cavé con mis uñas
un agujero en la celda
para hundir los ojos y la lengua.
El
miedo al dolor
no es el miedo a la muerte,
es el miedo a la vida,
a la existencia concentrada.
Cuando estos llegaron,
mi condena me abofeteó feroz:
condenada a no ver,
al hambre, a la infancia dependiente,
al terror de existir.
¡No me
liberéis!
¡Quiero ser yo, yo misma, yo libre!
¡Qué
angustia, alma mía!
Y maldigo
el azar de la sangre,
y maldigo los duros latidos,
y maldigo las blandas doctrinas,
y maldigo el olvido homicida,
y maldigo este negro agujero.
Carlos Cuadrado Gómez