EL POTAJE DE ESOPO 10
Deambulación octava
Sobre libros (II)
Lecturas de verano
Sobre libros (II)
Lecturas de verano
Las “lecturas de verano” a que me refiero son “mis”
lecturas de verano, las que acabo de hacer o estoy haciendo.
Descreo de las “lecturas de verano” que se recomiendan
en revistas y anexos culturales de los periódicos. Se suelen referir dichos
anexos a lecturas ligeras, poco complicadas, novelas simples, fáciles,
sentimentales, de aventuras, libros de autoayuda o de jardinería. Pienso que
cualquier libro puede leerse en cualquier estación del año. Es más,
posiblemente las lecturas “pesadas” sean más aconsejables en verano, cuando,
gracias a las vacaciones, se tiene más tiempo y los problemas laborales están
aparcados. Esas lecturas “ligeras” quizás entren mejor durante el año laboral, como
relax de las muchas tensiones que padecemos. Pero cada uno verá. Tampoco soy yo
quién para dar consejos tan a la ligera. La cuestión es que se lea.
Empezaré por los libros que ya he leído.
Bomarzo, de Mujica Lainez, llegó
a mis manos en junio para pasar el tiempo de espera en una sala de hospital. Es
una relectura. La tenía pendiente. Releo muy poco, pero Bomarzo estaba en la lista de las relecturas.
¡Cuánto he podido gozar! Más que la primera vez, hace no sé cuántos años.
Coincidimos leyéndolo mi amigo Vidal y yo, y qué bien lo pasábamos comentando
este o aquel pasaje. Por ejemplo, cuando Pier Francesco Orsini deja morir a su
hermano mayor en el río, con la anuencia de su abuela. La novela se mete en la
mente de un hombre del Renacimiento italiano, en la época álgida de los
Médicis, el papa Clemente VII y Carlos V. Imprescindible para comprender la
época y muy emocionante. Junto con Yo, Claudio,
de Robert Graves, es para mí la mejor novela histórica que he leído.
Entre junio y julio también terminé La huida del tiempo, de Josep Pla. ¿Qué puedo
decir de uno de mis autores de referencia? Pla recorre el calendario, por
estaciones, comentando lo que le da la gana: fiestas, comidas, lugares, flora y
fauna, costumbres, encuentros, personajes. ¡Qué más da! Que escriba de lo que
quiera. Siempre es genial. Es un maestro en contar la vida diaria. Admirable.
He concluido Poesía
completa de Ida Vitale, premio
Cervantes 2018. El libro me lo regaló la UPL de Leganés junto con Memoria de la nieve de Julio Llamazares el día
del homenaje a Eloísa Pardo en el José Monleón de Leganés. Leí antes a
Llamazares, que combina en este libro poesía versificada con poesía en prosa.
Me gustó mucho. Pero voy a Ida Vitale. He tenido que leer su Poesía completa para
reconciliarme con ella. Lo admito: es una gran poetisa. Pero lo mejor de Ida no
es lo primero ni lo último de su producción poética, sino lo del medio, lo de
los años de madurez (me refiero a edad, no a momento psicológico). Lo del medio
es excepcionalmente bueno. El libro está ordenado de más moderno a más antiguo,
y hay que esperar bastantes páginas antes de llegar a lo bueno, que, desde
luego, merece la pena.
Sigo teniendo entre manos Migajas de filosofía, de Soren Kierkegaard,
que sigue su curso. También he comenzado Sofistas,
testimonios y fragmentos, una edición muy cuidada de varios expertos en literatura griega. Los griegos me apasionan, ¡qué le vamos a hacer! Me
parecen geniales. Ahora estoy con Protágoras y os aseguro que me tiene
cautivado. Después de aquella gente, todo es decadencia. Perdonadme la
exageración, pero es lo que me viene a la boca.
De modo sistemático, dedicándoles horas a
diario, estoy leyendo Ana Karenina de León Tolstói y Los
padres de la Iglesia de José
Vives. Ambos libros son voluminosos.
Deseaba volver a Ana
Karenina, porque lo leí muy joven, no sé si era una versión íntegra, y recuerdo que tuve mucho lío con los nombres, especialmente con los
Alexéi Alexándrovich. ¿Marido, hijo, amante? Ahora lo estoy disfrutando más.
Tengo bien localizado a todo el mundo. León Tolstói es genial. ¡Qué manera de
narrar bien algo, de crear un mundo con la palabra! Ana Karenina es con derecho
propio uno de los grandes personajes de la literatura universal, junto a Madame
Bobary o la Regenta. Me tiene realmente pillado Tolstói. Son más de mil páginas
de ebook, que vuelan como una gaviota. Para escribir esta novela hay que
conocer en profundidad la propia sociedad y los entresijos de la condición
humana. La lectura es directa y fácil, algo que sólo consiguen los genios. Si escribiéramos
una novela de nuestro tiempo como Tolstói, dentro de doscientos años nos
leerían, seguro. Ralentizaré la lectura para saborearla mejor.
Los padres de la Iglesia es una antología de los
escritores cristianos de los siglos I-III d. C., anteriores a San Agustín.
Tengo necesidad de leerlos en directo para comprender una época que puso las
bases de lo que somos en la actualidad, no sólo como Iglesia, sino también como
sociedad. En esas fechas se produce el paso del Dios de los profetas al Dios de
los filósofos. Ellos hicieron un enorme esfuerzo y un gran trabajo de
hermenéutica de los textos de la Sagrada Escritura y del “fenómeno Jesucristo”
para los hombres y mujeres de su época, inmersos en la cultura helénica, una cultura
marcada especialmente por el platonismo, un platonismo que seguimos sufriendo
en el siglo XXI. Los leo con pasión, no puedo evitarlo: Ignacio de Antioquía,
Justino, Ireneo de Lyon, Orígenes, etc. Fueron tremendamente cultos y geniales,
pero nos dejaron una herencia hermenéutica que debe evolucionar en los tiempos
que vivimos, adaptarse a la mentalidad y al lenguaje de los hombres y mujeres
del siglo XXI. Quiero aprender de ellos, de su metodología de trabajo, para
continuar la Cristología de la periferia que perfilé en mi libro Prolegómenos a una cristología de la periferia. En
tanto no termine los Santos Padres, no acometeré la continuación de la
anunciada cristología. Empiezo el capítulo de Orígenes, que promete.
También estoy siendo sistemático desde hace
tres días con un libro de Adela Cortina: Aporofobia,
el rechazo al pobre. Hace unas semanas, vi en YouTube una entrevista
de ella hablando sobre esta cuestión que me cautivó. El término aporofobia está
admitido en el Diccionario de la Real Academia, y se define como fobia o
rechazo a las personas pobres. Me está pareciendo un ensayo de gran lucidez
Entre los libros nonatos, he de citar dos. Ambos
verán la luz antes de Navidad, pero, de momento, son manuscritos en manos de los
autores y sus amigos. El primero es Haro y yo,
de mi amiga Eloísa Pardo. Haro es su anterior perro, fallecido. Emplea el
género del dietario y, he de reconocer, que se le da de perlas. El segundo es
mío: Un año en bicicleta. Me hará mucha
ilusión verlo publicado. He dejado cerrado el texto. A falta de cuatro flecos,
ya está listo. Hacia octubre se podrá leer impreso. También es un libro con
forma de dietario, donde cuento mi vida de ciclista durante un año.
Libro dietario es La
vida a ratos de Juan José Millás,
que me ha dejado mi amigo Juan Carlos. Antes de dormirme por la noche, lo voy
leyendo precisamente a ratos. Quería leerlo de gorra y, gracias a Juan Carlos,
así lo estoy haciendo. Entretenido, no tiene más comentario.
Estoy disfrutando mucho con dos revistas de
bibliófilo que me ha enviado por correo mi amigo Félix de Cáceres. Una ha volado de París
a España (Lire), y es un monográfico
de Marcel Proust: 100 ans après son prix
Goncourt. Con Proust tengo una relación personal muy intensa, desde
los veinte años lo leo periódicamente. Félix lo sabe. De À la recherche du temps perdu he leído cinco
de los siete volúmenes que integran la obra: afortunadamente me restan dos. Tengo
la suerte de poder leerlo en francés, la lengua original. Proust juega en otra
liga, nunca defrauda y crea adicción. La otra revista (Mercurio) está dedicada a Walt Whitman (Universo Whitman), a propósito del segundo centenario
de su nacimiento. Para que Borges hable bien de él, ya tiene que ser bueno este
inigualable poeta estadounidense.
El pasado 5 de agosto murió la escritora Toni
Morrison, que fue premio Nobel de Literatura en 1993. Reconozco que no he leído
nada de ella. Me he descargado varias novelas suyas. Empezaré por Paradise. Ya os comentaré.
Todavía queda mucho verano por delante. Disfrutad
de la lectura y de los otros placeres cuanto podáis. La vida es breve y hay que
pasarlo lo mejor posible.
Carlos Cuadrado Gómez
¡Y se queda tan ancho! Vamos, una nadería tus lecturas de este verano. En dos palabras: "im" "presionante".
ResponderEliminarGracias, Carlos
ResponderEliminar...por compartir con los demás tus muchas horas de lectura y hacer de un placer solitario, un placer compartido...
ResponderEliminarBien, campeón, me has recordado lo que me queda por leer y me he hecho eco de los que me gustaría repetir.
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