domingo, 2 de febrero de 2020

EL POTAJE DE ESOPO 12

EL POTAJE DE ESOPO 12

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Deambulación décima
De rabiosa actualidad


Hacía mucho tiempo que la escuela no estaba tan de rabiosa actualidad en el mundo de la bronca política —considero más ajustado a lo que vemos a diario el término bronca que el término debate— y de los medios de comunicación de masas. Nuestra actual actualidad es muy rabiosa, y en el fango de la rabia han metido a la escuela.
Me sabe mal perder el tiempo en debates artificiales y estériles, ¡con todo lo que tenemos que hacer!, pero considero que algo hay que decir, que la voz de los que trabajamos en la educación también debe oírse.
La última ocurrencia es lo que algunos llaman pin parental y otros, veto parental. Sería algo parecido a la autorización que pedimos a las familias para las actividades que suponen un coste económico adicional y/o tener que abandonar el recinto escolar, pero extensible a otro tipo de actividades contrarias a la ideología de parte del arco parlamentario y sus votantes.
El típico ejemplo de actividad complementaria para el que se pide autorización sería la salida al teatro, al zoo o al museo del Prado. Actividades complementarias también son la educación vial que imparte la policía local o las campañas de alimentación sana de la administración local o autonómica.
Por lo visto, en estos ejemplos no hay problema. El problema aparece cuando en un instituto de secundaria algún experto es invitado a dar una charla de educación sexual o de concienciación de la violencia de género en horario escolar.
Estoy seguro de que las familias de los alumnos de secundaria son puntualmente informadas de estas actividades. En los centros escolares públicos no hay actividades secretas, todas las actividades que se realizan en horario lectivo son “públicas”: se han diseñado por el profesorado y están incluidas en la Programación General Anual (PGA), un documento que “pasa” a comienzo de curso por el claustro de profesores y por el consejo escolar, donde las familias (padres/madres) tienen sus representantes elegidos democráticamente. Por el consejo escolar también “pasan” las actividades extraescolares, que son las que se realizan fuera del horario lectivo. Tanto las actividades complementarias como las extraescolares tienen que ser aprobadas por estos órganos colegiados de gobierno. Por lo tanto, no son improvisaciones que se cuelan de tapadillo, no son imposiciones de no sé qué mentes perversas que dan mil vueltas para corromper a la juventud, como sugieren quienes insisten en ese pin o veto parental para evitar, según ellos, males irreversibles.
Ahí no queda la cosa. Cuando concluye el curso, el centro educativo tiene que elaborar una Memoria, donde se incluye la evaluación de estas actividades. En esa evaluación participan los órganos de gobierno mencionados: el claustro y el consejo escolar. Todo es perfectible —la condición humana es perfectible— y, si algo no ha funcionado bien, es fácil que en la PGA del curso siguiente se elimine o se modifique en los aspectos que sean mejorables.
Ambos documentos, PGA y Memoria, se remiten al servicio de inspección educativa, que los revisa, sugiere cambios y emite un informe.
No sé si la ciudadanía que ve los telediarios conoce esta información. Es lamentable que entre los políticos y periodistas no se mencione lo que acabo de decir, lo cual demuestra su triste ignorancia sobre la educación de nuestro país, empezando por la legislación más básica.
Todo niño, adolescente o joven es un ciudadano con pleno derecho a la educación, con independencia de la “calidad, ralea o pelaje” de su familia. Porque tus padres sean unos “bellacos”, tú no estás condenado a recibir una educación de menos calidad cuando entras por la puerta de tu colegio o de tu instituto. Por supuesto que los padres son ineludiblemente responsables de sus hijos, son los “más altos responsables” de sus hijos, pero no son sus propietarios: un hijo no es un armario, ni una moto, ni un pantalón. El niño es un ciudadano que tiene derechos, plenos derechos, sea cual sea su origen social. Y el conjunto de la sociedad, a través de sus funcionarios, tiene la obligación de garantizar los derechos de ese ciudadano. ¿Realmente nos creemos que en democracia todos somos ciudadanos iguales en derechos y oportunidades?
La PGA se elabora, de acuerdo con las leyes vigentes, para garantizar el derecho de los alumnos a la educación. Por lo tanto, no sé qué autorización “extra”, qué permiso parental explícito, se necesita para que el profesorado haga su trabajo. No podemos condenar a un alumno a no realizar una determinada actividad aprobada en la PGA porque a su familia —por un motivo ideológico determinado, por dejadez o por ignorancia— no le dé la gana. Así de claro.
Iría más lejos. Como decía al principio, pedimos un permiso explícito cada vez que realizamos una actividad complementaria fuera del centro. Si sacamos a los alumnos del recinto escolar, tenemos que tener una autorización firmada, y también si la actividad tiene un costo económico adicional. Por ejemplo, vamos al teatro en autobús y la salida cuesta cinco o diez euros: necesito la autorización y el importe. En mi opinión, esas actividades deberían ser gratuitas y obligatorias: se organizan para el bien formativo de los alumnos, no son un pasatiempo. Si mañana voy a una sesión de ciencia a un planetario, ¿por qué tiene que autorizarme una familia para que determinado alumno, su hijo, asista? ¿Es que alguien tiene que autorizarme a enseñar la división por dos cifras? ¿Igualmente no tiene derecho ese niño-ciudadano a recibir una formación científica de calidad cuando vamos al planetario? Y en el mismo plano estarían un taller de igualdad, de bullying, de educación sexual o de violencia de género en un instituto de secundaria. Quienes conocen desde dentro ese tramo educativo saben que son contenidos que hay que abordar en la sociedad en que vivimos.
No voy a comentar todas las boutades que los políticos dicen ante un micrófono, pero ellos aseguran que confían en el maestro funcionario en todo lo que hace y dice en directo; sin embargo, si programa una actividad con un experto en determinada materia, la confianza se pierde, porque, por lo visto, siempre se selecciona mal al experto, que, según dan a entender algunos, siempre es un corruptor de menores o un adoctrinador si se trata de las cuestiones que menciono más arriba.
Todavía doy un paso más. En la actualidad, cuando un alumno, por las dificultades de aprendizaje que tiene, precisa una evaluación psicopedagógica del equipo de orientación del centro (EOEP), dicho estudio no se puede realizar sin autorización de la familia. ¿Por qué? Si el alumno lo necesita, ¿está condenado a depender de que su familia quiera o no quiera? Cuando la gente va al médico, ¿le dice al médico el diagnóstico y el tratamiento que lo curará? Estamos hartos de ver el perjuicio que padecen muchos alumnos nuestros porque sus familias no nos dejan trabajar con ellos profesionalmente bien. ¡Esos alumnos tienen derecho, no lo olvidemos!
Tenemos en la escuela pública familias de todo tipo, y no todas son una balsa familiar, un remanso de equilibro emocional o un nicho de alta cultura.
Esto del pin o veto parental, tal como se está planteando, con el argumento de la libertad de enseñanza mal empleadoes un modo gratuito de poner palos en las ruedas a los profesionales de la enseñanza pública. En el campo de la educación tenemos otros problemas técnicos y de financiación que no se abordan, porque son complicados y requieren conocimiento, tiempo y ganas. Pero nadie quiere meterse en esos charcos, los charcos de verdad, y, lamentablemente, la enseñanza pública languidece sin remedio.
Seguiremos en la brecha en esta realidad rabiosa que nos toca vivir, no nos queda otra.
Carlos Cuadrado Gómez

9 comentarios:

  1. Un asunto espinoso para analizar con calma. Y otra cortina de humo que aprovechan políticos y tertulianos ignorantes (de ambos signos) para no analizar los verdaderos males que aquejan a nuestro sistema educativo. Lleguemos, por favor, a un pacto de Estado sobre la educación; nos hace mucha falta.

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  2. Estoy totalmente de acuerdo contigo, Ramón: ese pacto de Estado sobre educación nos está haciendo más falta que el comer. ¿Por qué no se hace? Muchos nos hacemos esa pregunta.
    También de acuerdo con que lo que se trata en la entrada “De rabiosa actualidad” es un asunto espinoso que requiere un análisis calmado. Evidentemente, los padres algo tienen que decir sobre la educación de sus hijos; algo no, mucho. El artículo 27 de nuestra Constitución reconoce el derecho a la educación, donde se incluye, entre otras cosas, la libertad de enseñanza, el derecho de los padres a que sus hijos reciban una educación religiosa y moral de acuerdo con sus propias convicciones, la libertad de creación de centros educativos a particulares, etc.
    Los centros de enseñanza públicos en la actualidad son muy transparentes en la planificación y publicidad de sus actividades. Por ese lado, creo que no hay objeciones serias que plantear al sistema.
    El papel de los padres en la educación de sus hijos es, sin ningún género de duda, fundamental. Si la colaboración entre familias y profesionales de la educación se produce, el beneficio para los educandos es indiscutible. No estamos en un estado estalinista, en el que el sujeto es educado sólo por el estado como en tiempos de la antigua Esparta, por lo tanto, algo tienen que decir las familias, reitero, pero siempre dentro de los valores constitucionales o de los derechos humanos: el alumno es hijo y ciudadano. Lo de la “libertad de enseñanza” o la “libertad de elección” tiene que ver también con la enseñanza privada frente a la pública, con el reparto de lo recaudado mediante impuestos, con el papel de instituciones no estatales en el entramado de la educación, etc.
    Tendría que sentarse gente sensata y con conocimiento en una mesa camilla y buscar soluciones a un sistema que, hoy por hoy, no da respuesta a gran parte de la población. Entre otras cosas, se tendría que buscar un equilibrio entre los derechos de todos los sectores y el papel de la escuela en cuanto ámbito de educación profesional. Y las propuestas no deben encaminarse al bloqueo de la institución escolar, sino a facilitar la labor de todos por el bien de los alumnos. Difícil tarea, pero necesaria.

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    1. Carlos, no podías haberlo expuesto con más claridad. El marco constitucional y los derechos humanos nos señalan los límites entre los que debemos movernos, algo especialmente importante cuando tratamos sobre educación. Suscribo lo que dices en su totalidad y añado que este país necesita gente con altura de miras que nos saque -desde mi humilde punto de vista- de la triste situación en que nos encontramos actualmente (esto daría lugar a un largo debate). Centrándonos en lo educativo, me atrevo a señalar que echo de menos los tiempos de la E.G.B. Creo que con eso está casi todo dicho.

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  3. Y esto no se puede colgar en las farolas de todas las ciudades de España?

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  4. Y esto no se puede colgar en las farolas de todas las ciudades de España?

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  5. Sin querer lo he ratificado. O ha sido queriendo?

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  6. Comparto en Facebook. Gracias Carlos.

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  7. Con permiso expreso de JOSÉ MANUEL AMO ROJO, maestro, vierto su comentario:
    Querido Carlos:
    He leído tu nueva entrada y no puedes expresarlo mejor y yo estar más de acuerdo con todo lo que dices. Pasa, entre otras cosas, que la escuela ha ido paso a paso (o ley a ley), perdiendo su carácter democrático y eso la he hecho más débil y vulnerable. Se ha confundido la democracia con el ninguneo. Todo el mundo cree tener derecho a intervenir en ella como agente educador. La escuela adolece de autoridad educativa, no porque no deba tenerla, que debería ser la esencia de su naturaleza, sino porque lleva tiempo ninguneada por políticos, padres y sociedad en general. Los maestros también miramos para otro lado y mientras la cosa no ha ido a más no hemos dado importancia a la pérdida progresiva de esta autoridad educativa y hemos llegado donde hemos llegado. Hemos convertido la escuela en un "corta-pego", esto me gusta, lo pongo, esto no me gusta lo quito. Se ha perdido la confianza en los agentes de la educación, y lo que es peor, hemos hecho de la condición humana, que es el campo natural de la educación, por estar contenida en ella todo le educable con sus controversias y paradojas, un arma arrojadiza de unos contra otros, y así, no es posible la serenidad y vivir en paz.
    Hoy es el pin, mañana será el pan y otro día será el pun, de la misma manera que, ante nuestras narices, durante muchos años ETA ha estado en la escuela, que el independentismo fascista y xenófobo ha campado a sus anchas ya sabemos dónde, y que mañana no sabemos (o sí) a qué otros ingenieros de la turbación se les ocurrirá hacer de su capa un sayo en la maltrecha escuela.
    Hemos cambiado, o nos han ido cambiando, la utopía de la Escuela Nueva, de la escuela de Rodari, de Montessori... por la distopía de los nacionalismos, de yo mejor que tú, de la ultraderecha. Y estos últimos lo tienen más fácil, cuesta poco vetar, imponer, destruir; y cuesta mucho confiar y dar libertad para construir.
    Sinceramente no veo futuro, salvo que el futuro sea la nube negra que ya divisamos, y no me considero pesimista, solo realista.
    Seguiremos hablando. Te dejo porque voy a hacer una hermosa tortilla para cenar.
    Un abrazo. Tus reflexiones me hacen mucho bien.

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  8. Què bien expresado, la desinformaciòn hoy en dìa es mucha...

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