jueves, 5 de diciembre de 2024

Como Lady Whistledown

 


COMO LADY WHISTLEDOWN

Los seguidores de la serie televisiva Bridgerton saben que en la segunda temporada la autora de unos panfletos de cotilleos sobre la alta sociedad londinense de principios del XIX está un tiempo en silencio sin publicar nada. Los panfletos que escribe Lady Whistledown, que es el seudónimo que protege en el anonimato a la autora, son una especie de revista del corazón, parecida al Hola, que siguen con pasión los lectores de la nobleza y que reporta importantes beneficios a su autora oculta. Yo adoro los spoilers cuando soy la víctima, pero no haré ninguno en esta entrada del blog. ¿Quién se oculta tras el seudónimo de Lady Whistledown? Tendrán que ver la serie.

Como Lady Whistledown, llevo unos meses en silencio. He publicado algunos cuentos y poesías en el blog de Cuentos para Pablo y Paula, pero aquí ni una línea. No me pasa nada, estoy bien y muy libre, dedicado a mis labores, entre las que está la escritura de La escuela despistada, que me está llevando más tiempo y esfuerzo del que esperaba. Va muy avanzado el libro. Espero que en los primeros meses de 2025 vea la luz. Tal vez vaya publicando extractos para no perder la atención de los lectores de este blog, pero no me comprometo a nada. Lo que sí puedo asegurar es que La escuela despistada se publicará, quede como quede. Con este tipo de libros uno tiene el temor de que se queden en panfletos baratos, como largas homilías mal escritas y predicadas en el desierto. Ya veremos.

Sobre educación pocas entradas más escribiré en el blog. Si no se pisa la arena de los patios de recreo y a veces se coge un puñado para frotarse las manos como un gladiador, poco se puede opinar sobre lo que pasa en los colegios. Seré consecuente. Pero en este blog también la cultura, sobre todo los libros, han tenido y tendrán un espacio importante.

Ser lector es un modo de vivir. Hay lectores de ocasión, que está muy bien y posiblemente es el mejor modo de leer, y lectores de cuerpo entero, que se pasan la vida con un libro en las manos, como algunos de mis personajes favoritos de los Bridgerton: Penélope y Eloise. Por cierto, ambas han leído el Quijote de Cervantes. Cuando les escuché la conversación, di un respingo en el sofá (mi sofá es muy incómodo y poco atractivo, pero es el único asiento que hay frente al televisor). Me ganaron el corazón para siempre. He de decir, amable lector, que en vida de Cervantes la Primera Parte del Quijote se tradujo al inglés, con gran éxito editorial. 

Para los lectores de cuerpo entero, como mi amigo Guillermo M. Schrem, la lectura forma parte del día a día de la misma forma que el aseo, la comida o el mismísimo respirar. No importa la cantidad de libros que uno lea, eso es lo de menos, sino la convivencia diaria con otros seres humanos, vivos o muertos, que se han molestado en escribir cosas de todo tipo, algunas muy interesantes, algunas muy tediosas, otras muy bonitas, y que con suavidad nos alivian la pesadumbre del existir y el miedo a la soledad. ¿Qué más podemos pedir?

Estoy releyendo el Romancero gitano de Federico García Lorca. Siento que no me lo merezco. Qué calidad y qué magia. ¿Cómo no va a estar Federico en la historia de la literatura universal? Lo que lamento es que se me está acabando y me voy a quedar como vacío y desolado cuando lea el último verso. Otro poeta vendrá a rescatarme. ¡Pero es que es tan bueno Federico!

Recomiendo tener varios libros abiertos a la vez, de distintos géneros, ir pasando de uno a otro según las ganas y el momento del día. Es mejor tener varios compañeros de camino que uno solo, así el fastidio de unos se compensa con las alegrías de otros. Ahora no tengo entre manos ninguno aburrido. Mejor.

Comencé hace años y dejé aparcado Gramáticas de la creación de George Steiner. Lo he recuperado y lo estoy leyendo con pasión a poquitos, no es libro de atracones. Esta vez llegaré al final del ensayo, que es extraordinario.

¿Narrativa? Lo he pasado fenomenal con Los amores equivocados de la gran Cristina Peri Rossi. Nunca defrauda, da igual el género que toque, poesía, ensayo o narración. Los once cuentos del libro, algunos con un contenido erótico descarado y directo, son impresionantes, cómo bucean en lo más íntimo del ser humano. Por algo la Peri Rossi tiene el premio Cervantes, no es por casualidad.

Y me está encantado La amiga estupenda de la italiana Elena Ferrante. Una maravilla sobre la amistad de dos niñas napolitanas, cuyo entorno es un mundo hostil pero emocionante, donde vivir es una aventura y un reto diarios. No he llegado al primer tercio de la novela, y contento, no tengo prisa. Cuando un libro me gusta, suelo demorarme para que me dure. 

Y como el niño Vicente era tan repelente que se quedó con el mote de el repelente niño Vicente, aquí lo dejamos. A ver si por excesivo pierdo lectores que, con razón, me manden lejos, por ejemplo a freír monas.

Seguiremos en contacto.

Carlos Cuadrado Gómez

martes, 14 de mayo de 2024

Maestros en el cine

MAESTROS EN EL CINE

Recientemente he visto dos películas en las que los maestros son los protagonistas: El maestro que prometió el mar (2023), dirigida por Patricia Font, y María Montessori (2023), película francesa dirigida por Léa Todorov.

Ambas me han impresionado positivamente. Cada una en su estilo, serían películas para ver con maestros y no maestros, por supuesto, y hacer a continuación un cinefórum. 

Mi intención es animar a que se vean y, por lo menos, sean tema de conversación tomando un café con leche o una taza de té con pastas. Las comentaré brevemente.

En La lengua de las mariposas (película de 1999, dirigida por José Luis Cuerda), el protagonista es un niño, Moncho, y un maestro de la Segunda República en los tiempos previos a la Guerra Civil, don Gregorio, interpretado por Fernando Fernán Gómez. El guion se escribió adaptando unos cuentos de Manuel Rivas. Don Gregorio es un personaje literario cuya figura refleja el interés de aquella generación de maestros republicanos por enseñar de otra manera, renovando los métodos y la concepción misma de lo que es la educación, dentro de la corriente de la Escuela Nueva que se estaba propagando por Europa. El final de la película es trágico. Don Gregorio acaba arrestado y fusilado por los fascistas.

A diferencia de La lengua de las mariposas, Antoni Benaiges, que es el protagonista de El maestro que prometió el mar, fue un maestro de carne y hueso que, como don Gregorio, también acabó arrestado, torturado y fusilado por los fascistas del bando nacional. Hay bastantes paralelismos entre ambas películas: los personajes son maestros republicanos que ponen en práctica una pedagogía innovadora, centrada en el niño y transformadora de la sociedad de aquel tiempo, una sociedad atrasada en muchísimos aspectos. Antoni Benaiges fue el maestro de la escuela nacional mixta de Bañuelos de Bureba, provincia de Burgos, desde 1934 hasta 1936. A ese pequeño pueblo burgalés llega el método de Freinet de su mano. En la imprenta escolar imprime una serie de cuadernillos o publicaciones de sumo interés. Uno de los últimos se titula El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca. Parece cierto que planeaba hacer una excursión con sus alumnos a verlo a su pueblo natal en la provincia de Tarragona. No pudo ser porque en julio de 1936, como he dicho, lo mataron.

La película se mete en el aula de un maestro freinetista, muestra cómo sería el trabajo en el aula, la relación del docente con sus alumnos, la convivencia entre los niños, las tensiones con las "fuerzas vivas" de la localidad, la vida del maestro fuera del horario escolar, etc. Me parece sumamente interesante. Por supuesto, se toca también la cuestión de la represión franquista a los docentes republicanos, el problema de las fosas comunes y las tensiones actuales a propósito de la exhumación de dichas fosas. El cuerpo de Benaiges no ha sido recuperado y se ignora dónde fue enterrado después de su fusilamiento. El final de la película es muy similar al de La lengua de las mariposas.

Uno de mis principales referentes como maestro es María Montessori, a quien siempre he admirado y admiro. La pedagogía realmente cambia con ella, con su método, con sus innovaciones, con sus materiales escolares, con su paidocentrismo, con el modo como concibe el proceso de enseñanza-aprendizaje. La película María Montessori se centra en sus primeros años de trabajo con alumnos de Educación Especial en Roma. 

María Montessori es la primera mujer que estudia medicina en Italia. Es una pionera en muchos sentidos y, como tal, la vida de esta médica y pedagoga no fue un camino de rosas. 

En la película se puede ver cómo trabaja directamente con niños discapacitados, para los que va diseñando un ambiente y unos materiales que seguimos utilizando hoy en día. La película toca aspectos de su vida personal que yo ignoraba. Supongo que los guionistas habrán sido rigurosos con los datos biográficos que se conocen de ella. Para mí hay un momento especial en la película, que puede pasar desapercibido, pero que me parece de suma importancia: cuando comprende (no voy a reventar la película a los futuros espectadores) que el método que ella emplea con niños discapacitados es extensible y aplicable a niños sin discapacidad, que las diferencias sólo están en el nivel de autonomía de su uso. No digo más.

Confieso que me he emocionado viendo ambas películas. ¿Alguna lágrima furtiva? Sí, alguna, y dos y tres. Pero eso queda para mí. 

Para quien quiera profundizar en Montessori, Freinet y Benaiges hay bibliografía de primera calidad. Se encuentra fácilmente.

Veo complicado lo del cinefórum, pero queda en pie lo del café y la tertulia, que es más fácil.

Carlos Cuadrado Gómez

sábado, 17 de febrero de 2024

La escuela despistada. Prólogo

 


La escuela despistada
PRÓLOGO

En 2013 publiqué La escuela del entretenimiento (Ediciones QVE), un ensayo sobre la situación y los problemas de la educación en aquel momento. Diez años después, me enfrento al reto de escribir La escuela despistada.

En esta última década, muchas de las cosas que me llamaban la atención han permanecido desgraciadamente intactas. Otras han cambiado o son nuevas, marcadas por una tendencia decadente. Aunque pueda parecer un periodo corto de tiempo, en diez años han evolucionado bastante la sociedad y la escuela.

Definía la escuela del entretenimiento como «aquella cuyo principio rector es no aburrir y guardar las apariencias. Para conseguirlo, se ofrecen al alumno uno conjunto de actividades, supuestamente divertidas, que lo distraen y lo privan del ambiente y sosiego necesarios para la conquista de la cultura básica. Se antepone la distracción al método y al esfuerzo que hay detrás de todo conocimiento valioso, de manera que lo periférico se convierte en lo central, y viceversa» (p. 13). La escuela del entretenimiento y la escuela de la distracción eran y son equivalentes.

A día de hoy, la escuela del entretenimiento no ha pasado página, sus secuelas son vigorosas. Pero, en mi opinión, lo más resaltable en estos momentos es el despiste: la escuela no sabe a dónde va, no sabe qué contenidos debe enseñar ni cómo, ni siquiera sabe cuál es el papel del maestro, si es que todavía hacen falta maestros en un mundo en el que todo gira alrededor de la tecnología. No me refiero a individuos concretos, porque hay maestros y maestras que no están tan confusos, sino a la institución escolar como tal.

¿Qué ciudadano debemos formar para que sobreviva en este mundo y en el inmediatamente venidero? ¿Un manejador de aplicaciones? Padecemos una complejidad social artificial, creada en gran medida por el mercado capitalista. ¿Entendemos que hoy pueda haber un ser humano sin teléfono móvil? Es más, ¿podríamos manejarnos en la vida sin un móvil en la mano? Se mueven ingentes cantidades de dinero en torno a la tecnología informática. ¿Qué significa “la sociedad conectada”? Conectada tecnológicamente, ¿y en otras dimensiones del ser humano? La escuela no es ajena a esta realidad ni puede serlo, porque la escuela forma parte de la sociedad, no existe flotando en un mundo ideal.

Fuera de los círculos docentes, de la escuela ni se escribe ni se habla mucho. Lo que oímos en los medios de comunicación viene de la boca de individuos que ignoran lo que sucede en los centros educativos. No se da la palabra a los docentes en ejercicio, ni siquiera a miembros del cuerpo de inspectores. De medicina oímos hablar a médicos; de educación oímos a opinadores.

En la última campaña electoral al Congreso y al Senado, en julio de 2023, la cuestión de la escuela, de la educación en cualquiera de sus niveles, estuvo literalmente ausente. Su mención en los principales debates televisados fue cero o casi cero, por no pillarme los dedos.

También es cierto que los maestros no se prestan a hablar o escribir sobre educación, cuando son ellos, junto con los alumnos, los principales actores de la educación fuera del seno familiar. El “hecho escuela” se produce en sus vidas y en las de sus alumnos, en las aulas, en los patios y en las horas de preparación de clases, de corregir trabajos, de hacer los “deberes” en casa. En ese ecosistema y sólo en él sucede el “acto educativo”, sucede “la escuela” de cada época de la historia desde que esta institución social existe. Incluso por omisión, sea en el tiempo o en el espacio, el trinomio escuela, maestro, alumno es un bloque indisoluble.

Los maestros conviven con los niños de hoy, que serán los adultos de mañana. Es inevitable. Todo ser humano es en presente y en futuro, o sea, es en proceso. Por eso y mucho más, la escuela es tan importante.

Cuando escribo este prólogo estoy con un pie en el estribo de los sesenta y, con ellos, mal que me pese la palabra, en la jubilación. Me pasa como a las folclóricas: no me gusta decir mi edad. Tampoco se la pregunto a nadie, que conste. Es la primera vez que escribo el prólogo de un libro antes de enfrentarme a su composición. Cuando lo acabe y lo publique, el prólogo ya estará hecho y seguramente yo tendré los malsonantes sesenta.

Me siento como aquel maestro ilusionado que con veintidós años entró por primera vez en una clase del colegio público de Majadas de Tiétar (Cáceres). Era un 3.º de Educación Primaria. De la mayoría de los nombres de mis alumnos, con el paso del tiempo, me acabo olvidando, pero de las caras, nunca. Con poco esfuerzo, recuerdo aquellas primeras caras y el tono melodioso del acento extremeño de las voces de los niños. El primer amor no se olvida, no se olvida el primer beso y no se olvida la primera escuela.

Para poder decir algo de sustancia sobre la escuela, hay que tocar pelo, es decir, hay que subir una fila y entregar unos niños a sus familias a la salida a diario. De lo contrario, se dirán naderías y generalidades de observadores externos. Si no se saber hacer en la práctica lo que se predica, no me vale. Por eso, lo que he tenido y tengo que decir como maestro lo estoy diciendo en el blog La escuela del entretenimiento, que durante años ha sido un banco de pruebas para escribir este ensayo.

Estoy harto de la gente que descubre la pólvora el día que se jubila, cuando sin riesgo puede opinar lo que quiera. ¿Por qué no lo dijiste antes, cuando estabas en activo? Se vuelven muy listos cuando abandonan el partido y se retiran a las gradas. Esta actitud la he criticado siempre y no quisiera caer yo en el mismo error. Con este libro cierro una etapa personal.

El libro se divide en dos partes.

En la primera, pongo por el escrito las reflexiones y el análisis que he venido haciendo sobre la escuela en los últimos tiempos: ¿Qué nos pasa y por qué?

La segunda parte es una selección de artículos sobre educación del blog La escuela del entretenimiento, que he subido y que se han podido leer a partir de la publicación del libro mencionado: cartas a Ramón, el Potaje de Esopo, notas de verano, etc. De momento, no pienso poner fin al blog, donde en adelante predominarán los artículos de tipo cultural.

¿Es pesimista el tono del libro? Muy posiblemente. Lo escribo porque no me gusta el panorama que tenemos, pero, como siempre, hay matices. El falso optimismo es tan estéril como el pesimismo derrotista. Busco el equilibrio. Sin embargo, como creo que estamos en un periodo de decadencia y nadie sabe cuántos años estaremos en bajada, ese tonillo amargo es inevitable.

De pocas cosas estoy convencido, pero una de ellas es que cualquier tiempo pasado no fue mejor. No obstante, me parece que en la España y la Europa de los años ochenta hasta el año dos mil —siglo XX— se vivió un breve periodo ascendente, de sociedades que salían de los coletazos de la Segunda Guerra Mundial y de la dictatura franquista y que querían progresar superando lastres económicos, políticos y morales de las generaciones anteriores. Tuve la suerte de vivir parte de mi juventud en ese periodo. En la primera década del siglo XXI comenzó poco a poco, sin brusquedades llamativas, la decadencia deslizante que padecemos en los años veinte actuales. La historia humana, mal que nos pese, pasa por ciclos, por las subidas y bajadas de una montaña rusa temporal. Por azar vivimos en el momento histórico que nos toca, no lo elegimos: en ese momento y en un lugar determinado vivimos nuestra existencia y nuestras experiencias, personales y únicas. Son tan inútiles las miradas de añoranza al pasado, retropías que suelen ser erróneas, como las esperanzas fantasiosas de un futuro lejano y maravilloso.

A pesar de todo, soy práctico y optimista. ¿Por qué? Porque, igual que las generaciones anteriores a nosotros no tuvieron más remedio que, tras las caídas y los trompazos colectivos, tirar hacia delante y resolver los retos que tenían ante sí, las generaciones actuales y venideras harán lo mismo. De eso estoy seguro. Ninguna generación es más torpe ni más lista que las que la precedieron, ni que las que la sucederán. Creo en la gente de cualquier momento histórico, especialmente en la gente joven: hoy están dando la talla en el mundo difícil que vivimos, como han sido difíciles todos los momentos del pasado, y la seguirán dando como lo han hecho sus antepasados. Los maestros jóvenes se enfrentan a los retos permanentes de esta profesión y a los propios de la sociedad actual. Algunos serán luchadores y creativos, otros serán comodones y conformistas, pero tendrán que optar y actuar, quieran o no, en la escuela que tengan entre manos.

Mi experiencia como maestro ha sido muy enriquecedora. La escuela me ha hecho crecer como persona y me ha dado mucha estabilidad. Puedo decir, sin exageración ni cursilería, que soy y he sido muy feliz como maestro, a pesar de los muchos pesares y amarguras. Me siento una persona afortunada. He recibido mucho más de la escuela de lo que yo le he dado, y le estoy sumamente agradecido.

Carlos Cuadrado Gómez

Leganés, 17 de febrero de 2024

(Primera redacción: 17 de septiembre de 2023)

domingo, 7 de enero de 2024

Cartas a Ramón: El estribo y el pie (7 de enero de 2024)

  CARTAS A RAMÓN

 Dibujo de Cartas y sobre pintado por en Dibujos.net el día 13-05-15 a las  16:15:35. Imprime, pinta o colorea tus propios dibujos!
Decimotercera carta
7 de enero de 2024
El estribo y el pie
Querido Ramón:
     A punto de poner un pie en la escuela, mañana a las nueve subimos la fila, hoy sí que te digo, tomándole prestado a Cervantes, "con un pie en el estribo". Cervantes añade: "con las ansias de la muerte, gran señor, esta te escribo". Es la dedicatoria de su Persiles a don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos. Evidentemente, gracias sean dadas a quien corresponda, yo no me estoy muriendo, ni tengo prisa, pero sí estoy en mi último trimestre como profesional pagado de este bello arte que es la educación. Yo tampoco me lo creo, digo, dando por hecho que tú has pensado: ¡Parece mentira! Es fácil que me equivoque, pero me haría ilusión que tuvieras esa reacción mental frente mi noticia, que, como bien sabemos tú y yo y tantos otros, va siendo de dominio público.
     Pero, en tanto llega la hora, el presente se impone y me da igual lo que me quede, daremos la batalla día a día a brazo partido, que es como hay que tomarse esto. A finales del año pasado, me mandó mi amigo David Gallardo, que es joven, divertido y gallardo, tanto o más que su apellido, una frase del emperador Marco Aurelio: "A toda hora, preocúpate resueltamente de hacer lo que tienes entre manos con puntual y no fingida gravedad, con amor, libertad y justicia". Me gustó tanto que la imprimí y la tengo frente a mi escritorio y en una pared de mi clase. ¡Es insuperable! Esta siempre ha sido, Ramón, nuestra filosofía de vida, pero Marco Aurelio lo expresa "como un emperador", también de la palabra, y creo que tiene razón. 
     ¿Seguiré escribiendo en el blog? ¡Por supuesto! Mientras tenga un pie en el estribo, mejor dicho, los dos pies en los estribos, puedo reflexionar sobre educación. Más adelante, ya veremos, porque, como hemos dicho tantas veces, para hablar de educación hay que estar con las manos en la masa, subiendo filas y cuidando recreos. De lo contrario, uno opina sin conocimiento directo de causa, y estamos hartos de opinadores que no han pisado un aula en su vida, o la han pisado poco, o la pisaron y opinan a toro pasado, cuando el toro no les puede cornear; se vuelven muy listos cuando ellos no son los actores directos de eso que opinan. ¡Aj, vade retro! O sea: ¡Atrás!, como dijo Diego el Cigala blandiendo un pañuelo blanco.
     ¡Tantas cosas hay que decir de la educación! ¡Tantas preocupaciones sobre ella tenemos los de dentro y los de fuera! ¡Tantos retos asoman por el horizonte! Mi preocupación principal, como la todos los que trabajamos en colegios e institutos, es hacer lo mejor posible nuestro trabajo, que les sirva positivamente a nuestros alumnos, que les ayudemos a crecer en todos los sentidos, que disfruten aprendiendo, que sean personas autónomas y comprometidas con los demás. Esa es la principal aspiración de un maestro, desde el primero al último día que pisa un aula. Por eso, el ejercicio diario de nuestra profesión es un presente insoslayable e intenso, que se centra en el minuto, aunque también deba tener la vista puesta en el futuro.
     Tengo entre manos el ensayo La escuela despistada, que será la segunda parte o la continuación de La escuela del entretenimiento, que publiqué hace diez años, los años que tiene este blog. En tres meses no la terminaré. Me está dando más trabajo de lo que pensaba, de modo que tendrá que esperar un poco. No obstante, quiero que vea la luz antes de que acabe el año. Lo que sí haré será publicar en breve el prólogo, que ya lo tengo madurando en el cajón. Es la primera vez que escribo un prólogo antes de acabar el libro. Me saltaré esa particular norma mía y lo subiré al blog antes del Carnaval de este año.
     Y poco más, Ramón. 
     De libros y lecturas, hablaremos otro día, hoy no procede o no corresponde. Elige tú el sinónimo más apropiado.
Siempre tuyo:
Carlos Cuadrado Gómez