lunes, 7 de marzo de 2022

Condena perpetua (In mente las mujeres de Afganistán)

CONDENA PERPETUA
(In mente las mujeres de Afganistán)
 Cuando estos llegaron,
se estrechó la celda
donde vivo escarbando,
desde el seno materno,
desde la lotería fatal
que me condenó.
¿Por qué dependo,
sin culpa y sin juicio,
del capricho
de las horas intermitentes?
Cuando estos llegaron,
ya respiraba sola,
ya temía sola
cada paso, cada mirada.
Una migaja de luz
me arranca mil lágrimas
de deuda inocente.
Mi cuerpo, maldición
para mí,
apetito peligroso
para el ojo y la barba,
lastre de dolor y oscuridad.
Me han cortado los pies
de la huida,
las manos, los codos, las rodillas.
¿Por qué?
Insoportable porqué de carne
y de complejos.
Desesperación y asco.
Cuando estos llegaron,
cavé con mis uñas
un agujero en la celda
para hundir los ojos y la lengua.
El miedo al dolor
no es el miedo a la muerte,
es el miedo a la vida,
a la existencia concentrada.
Cuando estos llegaron,
mi condena me abofeteó feroz:
condenada a no ver,
al hambre, a la infancia dependiente,
al terror de existir.
¡No me liberéis!
¡Quiero ser yo, yo misma, yo libre!
¡Qué angustia, alma mía!
Y maldigo el azar de la sangre,
y maldigo los duros latidos,
y maldigo las blandas doctrinas,
y maldigo el olvido homicida,
y maldigo este negro agujero.
Carlos Cuadrado Gómez 

sábado, 15 de enero de 2022

Cartas a Ramón (15 de enero de 2022)

  CARTAS A RAMÓN

 Dibujo de Cartas y sobre pintado por en Dibujos.net el día 13-05-15 a las  16:15:35. Imprime, pinta o colorea tus propios dibujos!

Novena carta

15 de enero de 2022


Querido Ramón:

Las Navidades han sido un tostadero de contagios de la nueva variante de coronavirus, la ómicron. Ha sido numeroso y tremendo.

El lunes 10 de enero, volvimos a las aulas: mismas medidas profilácticas, mismo rollo.

Soy incapaz, Ramón, de memorizar la normativa de seguridad de los centros educativos: número de contagiados, días de cuarentena, que si por contacto directo con un contagiado, que si por contacto con uno que ha contactado con un contagiado, que si por el propio contagio. Ante líos similares y casi irresolubles, antes se decía: “Doctores tiene la Iglesia que os sabrán responder”. Te digo que ya me indicará la autoridad competente, a quien corresponda, qué hacer cuando llegue el tío del mazo, que, esperemos se quede en casa por mucho tiempo, al calor del brasero eléctrico, viendo una serie de Netflix, con un gin tónic en la mano y un cuenco de cacahuetes.

Después de una semana de clase ―por no decir al día siguiente―, parece que uno nunca se ha ido del colegio, que lleva ahí toda la vida.

Los niños en general, al menos con los que yo trato, han pasado unas vacaciones anodinas, sin poderse juntar con su familia extensa ―quien la tenga cerca, se entiende― y más aburridos que una mona. Eso sí, con una maquinita en la mano, dándole a los pulgares desde que amanece. Por lo visto, parodiando el dicho rijoso y grosero, “desde que amanece, apetece”. Que me comenten que se han pasado el día con la táblet o el móvil o, como mucho, saliendo un rato al parque, me abate, se me cae el alma a los pies.

El personal ―tradúzcase alumnado― ha vuelto como después del verano, totalmente desentrenado, ha perdido la forma. Pero, menos mal, la están recuperando rápido. Los niños y los jóvenes, sin duda, son de lo mejorcito de esta sociedad, ¡y nadie se lo reconoce! En las televisiones y otros mass media, están ausentes, no interesan a nadie. Puede que realmente interesen poco, y están abandonados a su suerte, en la peligrosa maraña de los videojuegos y las redes sociales. Sin embargo, ahí están como jabatos, dándolo todo, salvando el pandero a una sociedad adulta despistada, desnortada y decadente, según mi modesto entender.

Para nuestros niños y jóvenes pido menos redes sociales y más contacto personal, cara a cara; menos prisa y más calma. Se nos va la vida en una prisa estéril, sin saber a dónde queremos llegar o qué queremos conseguir. Una prisa que, absurdamente, se convierte en un fin. ¿Prisa para qué?

Cambiemos de tercio, Ramón. No hemos comentado el concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. Era la tercera vez que lo dirigía Daniel Barenboim. Esa orquesta toca sola, empecemos por ahí. Siempre será bueno el concierto por la calidad de los músicos, con independencia del director de turno. A mí me aburrió la primera parte. En la segunda, Barenboim despertó de la caraja que lo tuvo adormilado antes del descanso, y el concierto fue subiendo enteros. Me pareció soberbio el Danubio azul, y agradecí que durante su interpretación no subieran imágenes del río y que sólo enfocaran a los músicos. Podrían tomar nota para años sucesivos.

En el anhelo permanente que tengo de comprender el mundo en que vivimos, estoy enfrascado en la lectura de tres libros de Byung-Chul Han. Es un filósofo coreano que escribe en alemán. Está de moda y es muy citado en artículos de opinión y libros de sociología. Ya he leído La salvación de lo bello y La sociedad de la transparencia. Hoy he comenzado La sociedad del cansancio. Han es un poco obtuso y repetitivo, pero me parece que atina en algunas cuestiones. Tomo notas para ese libro prometido de La escuela despistada. Han es interesante y aprovechable.

Ramón, a ver si pasa esta marea de contagios y nos tomamos un café, sin jugarnos la vida ni parecer irresponsables.

Siempre tuyo:

Carlos Cuadrado Gómez


miércoles, 8 de diciembre de 2021

Cartas a Ramón (8 de diciembre de 2021)

 CARTAS A RAMÓN

 Dibujo de Cartas y sobre pintado por en Dibujos.net el día 13-05-15 a las  16:15:35. Imprime, pinta o colorea tus propios dibujos!

Octava carta

8 de diciembre de 2021


Querido Ramón:

Octavio Paz: Sólo el presente es permanente. E imparable, añado.

Coincidimos en que no nos gusta que pase el tiempo, en que no vivimos esperando el siguiente fin de semana o las siguientes vacaciones. ¡Es tan apasionante la vida que lamentamos que pase tan rápido, es decir, que se acabe! Pero el paso del tiempo, de ese presente permanente y huidizo, es ineluctable y aquí me tienes a las puertas de la “presente” Navidad, sin saber, una vez más, cómo rematar el trimestre y cómo evaluar con exactitud y justicia, profesionalmente diríamos, a mis alumnos. ¿No has aprendido, Carlos, en tantos años de escuela? Pues no, no he aprendido, y me sigue poniendo mal cuerpo, como la primera vez.

Realmente sé hacerlo, creo que bien, pero no con los criterios de nuestra legislación y con los esquemas y prejuicios de nuestra sociedad. No voy a escribir hoy un tratado sobre la evaluación: qué es, para qué sirve, cómo se hace ―cómo se hace bien, se entiende―, cómo la evaluación mejora nuestro trabajo y ayuda a nuestros alumnos. Pero me lamento de esta encerrona en la que nos encontramos tantos maestros cuando llegan los finales de trimestre.

En estos días se muestra con severidad la disociación que hay entre el ordenamiento legislativo vigente y la realidad de la escuela. ¡Enorme e insalvable!

Saldremos del apuro, sin duda, batallando como gato panza arriba con las “apariencias”, los “papeles” y “nuestro sentido común” pedagógico.

La chapuza evaluativa ―no nos permiten otra cosa los de arriba― se traduce en números y estadísticas, que llegan a los “centros oficiales de análisis” para confirmar la enormidad del fracaso escolar de nuestros alumnos, y eso que los números les llegan blanqueados. Si siguiéramos “sus criterios” ―los criterios de los de arriba, se entiende―, el desastre parecería mayúsculo, tan demoledor o más que el volcán de la Palma.

Claro, la palabra “fracaso” es demasiado grande o cruel para referirse a un alumno que saque menos de un “cinco” en tal o cual asignatura: «¡Ha sacado un tres, es un fracasado!». Fuerte, ¿no? Me muevo en el mundo de la educación infantil y la primaria. Un alumno de esas etapas no fracasa, caray. Cuanto más jóvenes son los alumnos, más se esfuerzan y menos se puede decir que, como individuos y bajo su exclusiva responsabilidad, “fracasan”.

Pienso que los niños vienen al colegio a aprender, a educarse como ciudadanos, a tener un contacto positivo con la cultura y el saber. Si eso no sucede, es el sistema el que fracasa; ellos no. Detrás de esos “fracasos escolares” hay un sistema obsoleto ―tal vez se adapta a los grupos sociales que redactan las leyes―, una escuela sin medios, unos maestros mal preparados, unos barrios dejados de la mano de Dios, unas familias sin estabilidad económica y emocional, machacadas desde muchos frentes. Como se puede comprender, la “cosa” es algo más que un tres, un cinco, un siete o un nueve.

¿Hay que evaluar? Por supuesto que sí, pero de modo “escolarmente correcto”. El modo de evaluar los resultados de una empresa de calzado o de una tienda de electrodomésticos no es extrapolable a la realidad escolar, que tiene su propia idiosincrasia: esa extrapolación es errónea. Aquí no calificamos la calidad de una partida de jamones serranos, ni clasificamos a los alumnos como se clasifican los jamones para asignarles un precio de mercado, aquí tratamos con personas que se están educando en los primeros años de su existencia. Lo nuestro ha de tener un “tratamiento particular y especial”.

Si a esto le unimos la losa de los libros de texto, compréndase que la complicación para “hacer pedagogía” es mayúscula. He dedicado artículos, capítulos de libros y tertulias a analizar esta lacra de la educación, de la que no me desprenderé mientras sea maestro. Me dijo el otro día una compañera, creo que citando al alguien: «Los maestros hacen pedagogía algunos días en septiembre, hasta que comienzan los libros de texto». Sabia y acertada reflexión. A estas alturas del trimestre, Ramón, somos muchos los que comprendemos que no terminaremos los libros “a tiempo”. Las familias pagan y ¿cómo no vamos a utilizar algo tan caro? Los que nos dan recetas fáciles y radicales sobre la cuestión, evidentemente desconocen el día a día del sistema educativo español.

¿Dónde está el paidocentrismo en toda esta “movida”? Si alguien lo ve en algún rincón, bajo alguna alfombra, tras una puerta, por favor, avise a los demás.

Sacaríamos punta a tantos aspectos de nuestra escuela, Ramón, que sobrepasaríamos a la princesa Sherezade: con mil y una noches no nos llegaría.

¿Qué salva a la escuela? Sin duda, los niños y sus maestros cuando “pasan de todo” y trabajan con ilusión en aquello que se planifica al margen de los intereses creados de gobernantes y empresas editoriales. Eso sucede las poquitas veces que podemos, claro.

Hoy, Ramón, esto es lo que me sale de las tripas. Y lo comparto contigo.

Estos días en los medios de comunicación comentan que los colegios serán hospitales de campaña para vacunar del COVID-19 a la población infantil. Si se llega a hacer, ya te comentaré. Mientras tanto, esperaremos instrucciones. Imagino que los “flecos” principales de la organización del magno evento sanitario se los dejarán a los propios colegios, como siempre. ¿Alguien hablará bien de los docentes en los medios de comunicación cuando se acabe la vacunación infantil? No lo creo.

Mal de muchos, consuelo de tontos. Sin complejos, yo me incluyo en el grupo de los consolados. Si a algún docente le consuela leer esta carta, la daré por bien empleada.

Ramón, con José Manuel comeremos juntos antes de la Navidad, pero aprovecho para felicitarte las fiestas a ti ya todos los lectores del blog. Pasar una buena Navidad ayuda a afrontar mejor “el año que viene”, con otra alegría.

Siempre tuyo:

Carlos Cuadrado Gómez


lunes, 1 de noviembre de 2021

Mil soles espléndidos

 EL POTAJE DE ESOPO 19

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Sobre libros V
Mil soles espléndidos

No recuerdo cómo ha llegado la novela Mil soles espléndidos a mí. Creo que leí una breve reseña y, sin dudarlo, la busqué en mis “fuentes” de descarga gratuita de ebooks y la encontré a la primera.

Me causó una gran conmoción la pasada retirada de las fuerzas internacionales de Afganistán. Me sentí estafado por los medios de comunicación. ¿De la noche a la mañana los talibanes conquistaron Kabul? Las escenas de familias afganas huyendo de su propio país, luchando desesperadamente por subir a un avión, me estremecen. Todos los afganos están padeciendo un totalitarismo indecente con la llegada de los talibanes al poder, pero las mujeres especialmente. No quiero decir que hayan pasado del blanco al negro, porque el sufrimiento de los afganos es secular, pero las cosas de mal pueden ir a peor, y están yendo a peor para ellos.

En ese momento, apareció para mí esta maravillosa novela, de Khaled Hosseini. Desde la primera página, quedé atrapado. Como cuando leía las comedias del Siglo de Oro ―Lope, Calderón, Tirso, Rojas Zorrilla y otros―, que dejaba las introducciones para el final, para que no interfirieran en mi imaginación y en la sorpresa de las tramas, con Mil soles espléndidos no he buscado información del autor hasta que la he terminado.

La novela se desarrolla en torno a la biografía de dos mujeres: Mariam y Laila. La acción sucede desde el final de la ocupación soviética hasta la intervención de Estados Unidos después del atentado de las Torres Gemelas, pasando por el periodo intermedio de dominio talibán. A día de hoy, los afganos han vuelto al dominio talibán.

No voy a destripar el argumento. Vivamente recomiendo la lectura del libro y no se lo voy a “estropear” a ningún futuro lector.

Jorge Semprún, en L’écriture ou la vie (La escritura o la vida) y en algunas entrevistas, afirma que el conocimiento y la memoria de las situaciones dramáticas del ser humano, como fue su experiencia personal en el campo de exterminio nazi de Buchenvald, tienen un soporte privilegiado en la novela. Gracias al texto narrativo, el lector se introduce dentro de la situación de un modo vivo, comprende in situ la experiencia extrema de otros seres humanos, algo que no son capaces de conseguir los informes y las estadísticas. En mi opinión, la novela tiene esa cualidad por encima del cine, pues en la novela el lector tiene una participación activa, con su imaginación recrea las situaciones, los pensamientos y los sentimientos que le llegan a través del texto escrito. Hemos comprendido el genocidio nazi mejor gracias a las novelas de Semprún que a los documentales y a los ensayos históricos.

La novela de Khaled Hosseini nos lleva de la mano al interior del feminicidio que han sufrido y sufren las mujeres afganas, en los hogares y en la sociedad: a una mujer afgana que ves debajo de un burka le pasa “esto”, lo vive “así”, "así" se destruye su cuerpo y su personalidad. En tantísimos lugares del mundo, las mujeres están padeciendo por el hecho se ser mujeres una tortura indescriptible desde que nacen: en su niñez, en su adolescencia, en su juventud, en su madurez, en su vejez.

Hosseini nos muestra sin tapujos lo que son un matrimonio obligado de niñas, las primeras noches de sexo forzoso, y las siguientes, los embarazos no deseados en el matrimonio, las palizas en el hogar, el terror dentro y fuera de casa, el no hay salida ni huida posibles. ¿Qué supone que los talibanes prohíban ir a la escuela a las niñas, que ninguna mujer pueda salir sin un varón a la calle ni pueda trabajar fuera del hogar, que tenga que vestir a la fuerza un burka fuera de casa? ¿Qué sucede cuando hay un bombardeo? ¿Qué pasa con los niños y las niñas que se quedan huérfanos? ¿Cómo es la vida de los desplazados y de los campos de refugiados?  La tragedia de Mariam y Laila sucede en un contexto, en una sociedad concreta, que queda perfectamente reflejada en la novela.

Por distancia temporal, el genocidio nazi nos va quedando lejos, aunque, evidentemente, no se debe olvidar ni se puede repetir. Pero el feminicidio que cuenta Hosseini le está sucediendo a miles de mujeres en el momento de escribir este artículo. Y, sin volar a Kabul o al centro de África, muy cerca de nuestros hogares, sucede algo similar en el mundo despiadado de la prostitución. ¿Nos escandalizamos de los nazis, pero no del feminicidio del siglo XXI?

La novela está bien construida, en una estructura lineal y circular muy conseguida, con transiciones suaves e imperceptibles. La escritura es directa, ágil y eficaz. Hay una sola voz narrativa, aunque se oye en todo momento la voz alternante de las dos protagonistas principales, que son mujeres excepcionales y con una humanidad radiante. Los personajes, no sólo ellas, también están bien construidos y mantienen la verosimilitud a lo largo de todo el relato.

He leído la novela traducida del inglés al castellano, pero me ha parecido de una gran calidad literaria. Y ha sido tan intensa para mí, me he implicado tanto en ella, que a partir la mitad he tenido que leerla de día, porque de noche o antes de irme a dormir no tenía el ánimo ni el valor suficientes para enfrentarme al texto.

Khaled Hosseini es un autor estadounidense de origen afgano (Kabul, 1965), que conoce perfectamente la realidad afgana y su historia. En la Wikipedia se pueden consultar más datos de su biografía. Se hizo famoso con su primera novela, Cometas en el cielo (2003); luego publicó Mil soles espléndidos (2007) y Y las montañas hablaron (2013). Habrá que leer las otras dos.

Termino con una cita. Refiriéndose a Yalil, el padre de Mariam, dice Hosseini: «Tal vez ese es el castigo reservado a los duros de corazón: comprenderlo todo cuando ya nada se puede hacer». Me aplico el cuento.

Carlos Cuadrado Gómez

31 de octubre de 2021


lunes, 11 de octubre de 2021

Cartas a Ramón (11 de octubre de 2021)

CARTAS A RAMÓN

 Dibujo de Cartas y sobre pintado por en Dibujos.net el día 13-05-15 a las  16:15:35. Imprime, pinta o colorea tus propios dibujos!

Séptima carta

11 de octubre de 2021


Querido Ramón:

Ha pasado apenas un mes desde comenzó este curso escolar 2021-2022. Me despedí de ti en junio. Los sesenta días del verano han sido muy productivos y reparadores, además hemos sido fieles a nuestro desayuno de fin de verano y a nuestra comida de comienzo de curso con José Manuel. ¿Qué más podemos pedir? Aquí me tienes con ganas de darle a la tecla y comentarte la actualidad escolar como yo la veo.

¿COVID-19? En España los últimos datos indican que la cosa va mejorando. En los colegios de Infantil y Primaria mantenemos casi las mismas medidas del curso pasado: grupos burbuja en clase y en los patios, gel hidroalcohólico en todas las entradas y salidas de la jornada, ventilación permanente de las aulas y mascarilla a toda hora, niños y profesores a partir de 1.º de Educación Primaria.

¿Diferencias? En vez de veinte alumnos en el aula, hemos vuelto a los veinticinco de toda la vida, o alguno más. El almuerzo del recreo se come en el patio. Poco más. La inversión que se hizo el curso pasado para aligerar las aulas con “grupos mixtos” se ha volatilizado. Trabajar con una ratio más baja fue una ilusión transitoria que difícilmente volverá. ¿Adónde va el dinero de aquella partida? Imagino que no sale de la hucha, aunque la hucha debería cuidar la educación de modo prioritario. De los políticos, cómo no, hablaré al final.

Mi impresión, Ramón, después de este primer mes de colegio, analizando a los alumnos ―podríamos decir familias― que se incorporan o ya están en el sistema y las noticias de los medios de comunicación ―tomadas estas con todas las precauciones―, es que nuestra sociedad va “un poquito más” a la deriva. Vivimos en un “continuo descendente”, lento e imparable. Se aprecia cuando echamos la vista atrás un par de años o tres. A veces, lo notamos de un año para otro, como tristemente me ocurre en estos momentos.

Me conformo cada vez con menos. Ahora simplemente quisiera que la mascarilla dejara de ser obligatoria en los colegios. La mascarilla es un gran obstáculo para trabajar con niños: oculta todo lo gestual del rostro, que incluye el movimiento de la boca, y mitiga el sonido y la claridad de la voz de maestros y niños. Observo un empeoramiento del lenguaje oral de los alumnos pequeños, que retrasan su evolución lingüística normal. Hay dislalias evolutivas que tardan más en ser superadas a causa de esta peor discriminación auditiva. Además, tengamos en cuenta que a la escuela llegan cada vez más alumnos de origen no hispano ―principalmente alumnos marroquíes y de los países del este―: con la mascarilla el aprendizaje del español, que es nuestra lengua vehicular, se dificulta enormemente.

Para entender “algo” el mundo en que vivimos, estoy leyendo Posmodernidad, identidad y poder digital. Las nuevas estrategias de vida y sus angustias, de José Mármol (Barteby Editores, Madrid, 2019). A José Mármol en su casa lo conocerán; en las solapas del libro se dice que es poeta, ensayista y doctor en Filosofía. No entraré en detalles de cómo llegué a este libro. Mármol es peor que la carne de pescuezo, pero, como no hay libro tan malo que no tenga algo bueno (Plinio el Joven), estoy sacando de él notas muy sustanciosas para el futuro libro de La escuela despistada. Mármol cita y copia a otros autores, sin duda mejores que él, por lo que hay conceptos y planteamientos francamente buenos.

Uno de ellos es el término infoxicación, creado por A. Cornella (2013), y que «se trata del consumo excesivo de información, a tal magnitud, que arrodilla al pensamiento, por cuanto el individuo, por más que desee, no está en condiciones de asimilar la calidad de esa cantidad de datos». Este mismo concepto fue enunciado anteriormente por D. Lewis (1966) como “síndrome de fatiga de la información”, que se explica por sí mismo.

El síndrome de infoxicación es, en mi opinión, uno de los males más comunes de nuestro tiempo, mires hacia donde mires. No te imaginas, Ramón, la cantidad de información basura que nos llega a los docentes por todos los lados. Las ofertas de actividades para alumnos, cursos de formación, estadísticas inútiles, por decir algunos ejemplos, son incalculables. De mandar tanta basura a la basura, me duele el dedo que clica la orden. Más grave me parece cuando la infoxicación se filtra en el currículo, uno de los pilares de la educación: ¿Qué seleccionamos de tantas propuestas como nos llegan para que se enseñen en la escuela? Difícil decisión epistemológica.

En próximas cartas seguiré comentando la nueva ley de educación, por supuesto. También tengo en la recámara la cuestión del fracaso escolar, que hemos comentado brevemente en alguna de nuestras comidas. Tratar el fracaso escolar requiere tranquilidad y desgranar los muchos matices que encierra. En fin, ¡tantas cosas, Ramón!

Por hoy, concluyo con una cita de Josep Pla. Como dice mi amigo Guillermo M. Schrem y más arriba he comentado sobre el libro de Mármol, incluir buenas citas en un texto garantiza que el lector lea alguna cosa aceptable. Es una deferencia hacia él, ya que tiene la amabilidad de leer a pobres diablos como yo. La cita de Pla se refiere a los políticos y son las palabras que mejor reflejan mi estado de ánimo y el de tantos otros. Aunque la clase política y el pueblo llano llevamos vidas paralelas, sus decisiones inevitablemente nos afectan más de lo que quisiéramos. Reproduzco la cita en catalán y a continuación la traduzco al español. Es tan lúcida que no precisa glosa:

«Quan hom pensa que, malgrat l'enorme quantitat d'imbecils que hi ha en la governació d'un país, hom pot anar tirant, la sorpresa és permanent e inenarrable».

«Cuando uno piensa que, a pesar de la enorme cantidad de imbéciles que hay en la gobernación de un país, se puede ir tirando, la sorpresa es permanente e inenarrable».

Siempre tuyo:

Carlos Cuadrado Gómez

lunes, 23 de agosto de 2021

Esfera de libros

  EL POTAJE DE ESOPO 18

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Sobre libros IV
Esfera de libros

Me imagino en medio de una esfera de libros por la que pululan otras esferas más pequeñas, que, de vez en cuando, se rozan, chocan entre sí amablemente y se influyen con naturalidad. Hablamos del universo de los libros frecuentemente: la esfera es una buena representación.

Comienzo por la esfera de la novela.

Un pez de colores (Círculo Rojo, 2021) es la última novela policíaca de mi amigo Guillermo M. Schrem. Divertidísima. Es un viaje organizado en tren por España: un Orient Express por la Piel de Toro, en el que se come bien, se bebe mejor y los pasajeros se lo pasan a lo grande. Hay fantasma, uno muy educado en esta ocasión, y se resuelve el enigma de un asesinato, como en todo buen viaje en tren. A Guillermo le encaja todo a la perfección: la citas, que son abundantes, los personajes, sus manías, sus miedos, sus sinceridades. He disfrutado especialmente con el lenguaje: esa mezcla de lenguaje arcaico con lenguaje progre, que da sensación de frescura y modernidad al texto: Guillermo lo borda como nadie.

Me he llevado una pequeña decepción con El mundo es ansí de Pío Baroja, al que llego porque lo cita Josep Pla en Notes disperses. Pla conoció a Baroja en persona en Barcelona y dedica al encuentro unas páginas maravillosas. Siempre es admirable la prosa limpia y eficaz de don Pío. En esta novela nos mete en el mundo de la Revolución Rusa y las mujeres de la época: muy feminista, analiza la situación y los problemas de las mujeres de clase media/alta. La protagonista, una rusa guapa, con dinero, culta, con mucha iniciativa, se casa de segundas nupcias con un español (ella ya tiene una niña), con el que acaba en Cádiz (la señora viaja muchísimo en la novela) y del que termina divorciándose (y no me extraña). Me parece muy forzada la estructura de la novela, un ir y venir de la protagonista poco verosímil, con un final precipitado.

Con el que estoy entusiasmado es con Arthur Conan Doyle y el inspector Sherlock Holmes. Son extraordinarios. La prosa de Doyle es muy eficaz, clara, directa, ideal para la narración. He comenzado por el principio, Estudio en escarlata, y he continuado con la saga, que no he concluido, me quedan libros pendientes. Era la primera vez que leía a este señor. ¿A tus años? A mis años. El narrador ficticio es el doctor Watson: sería como si Sancho fuera quien narrara las aventuras de don Quijote. El sabueso de los Baskerville me sobrecogió, en algunos momentos pasé miedo. Doyle no baja la intensidad ni la calidad en ningún momento.

Sin embargo, me he aburrido soberanamente con Los príncipes valientes y Paseos con mi madre de Javier Pérez Andújar (Tusquets, 2007 y 2011). Qué serio, qué tristón. Me ha interesado porque refleja el mundo obrero de los años setenta del cinturón industrial de Barcelona, el mundo de los inmigrantes que fueron a Barcelona huyendo de la miseria del campo andaluz. Está bien escrito, muy correcto, muy profesional, pero plúmbeo. ¡Cuánto dato, cuánta sensación abigarrada en cada página! Me recuerda al soso de Javier Cercas. El escritor debe tener chispa, y Pérez Andújar tiene muy poquita.

Leyendo Lorca-Dalí, el amor que no pudo ser de Ian Gibson, me topé con Gamiani, ou Deux nuits d’excès del francés Alfredo de Musset. Por lo visto, esta breve novela romántica causaba furor en los círculos surrealistas de Paris y, sin duda, la leyó Salvador Dalí. Es una novela erótica o pornográfica, en este caso podrían emplearse los dos adjetivos sin miedo, de altísima intensidad. Predomina el sexo entre mujeres y algunas prácticas sado-masoquistas que recuerdan a Justine del Marqués de Sade. Gamiani es un hito en el género erótico. La escritura de Musset es la clave para que la novela no aburra. Si se puede leer en francés, mejor. Pienso que traducida debe de perder mucho, pero mejor leer una traducción que no leerla.

Dalí por sí mismo constituye una esfera en mi actual universo de libros, reforzada por unas recientes vacaciones en Cadaqués, donde lo daliniano se respira en cada piedra.

En El niño secreto de los Dalí de José Ángel Montañés (Roca Editorial) se puede ver la cara de un Dalí entrañable, cercano y generoso en su relación con un niño de Cadaqués, Joan Figueras, que es el modelo del Niño Jesús de La Madona de Portlligat, donde aparece en el seno de la Virgen María-Gala. Dalí se nos muestra familiar, atento con este niño, al que trata como el hijo que nunca tuvo. La vida diaria de Dalí en verano estaba dedicada al trabajo y al contacto con la naturaleza de la Costa Brava. Joan Figueras convivía con el matrimonio Dalí por la casa de Portlligat con la libertad de un hijo.

Después de las vacaciones cadaquenses, dado que la relación entre Lorca y Dalí está en el candelero, leí Lorca-Dalí, el amor que no pudo ser de Ian Gibson. En este libro Gibson explora la relación personal de los dos artistas, que se conocieron en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Gibson escribe bastantes páginas desde la perspectiva del psicoanálisis: interpreta, a veces en exceso, escritos de Lorca y cuadros de Dalí, alejándose un poco del rigor histórico. En ese sentido, me ha parecido un poco obsoleto, pero el interés de la obra es indudable.

Dalí, como él mismo decía, fue un gran escritor, con una prosa fresca, clara y eficaz, muy llamativa. Su obra principal es La vida secreta de Salvador Dalí, una autobiografía en la que se mezclan datos reales con lo que Dalí imagina que sucedía. Esa mezcla surrealista se repite en Confesiones inconfesables de Salvador Dalí, recogidas por André Parinaud. Estoy en la mitad de este libro. Es llamativo que en la época en la que se escribe Dalí hable sin tapujos de la masturbación y de sus fantasías sádico-masoquistas. Como acabo de decir, la impresión es que la realidad y lo onírico se confunden en cada línea. Es imposible que, en la vida real, a una persona le pasen tantas cosas a la vez. Creo que la experiencia vital directa, ni siquiera la de Dalí, no se ajusta a la fantasía de esta narración. Pero en el arte cualquier combinación o apariencia está permitida.

Abriré la esfera de la poesía con Primero de poeta de Patricia Benito (Penguin, 2017). Esta poetisa es amiga de la cantante Zahara. Me ha gustado el libro, los poemas tienen chispa. Patricia Benito domina el verso libre y, sin encabalgamientos ni complicaciones retóricas, con un vocabulario natural, de modo sencillo ―lo sencillo nunca es fácil―, consigue un lenguaje poético muy atractivo. La poesía de P. Benito quizás adolece del neo-romanticismo que está tan de moda y que tanto conecta con lectores jóvenes. Tanto “yo” a mí me satura un poco, sinceramente. Continuaré con Tu lado del sofá, cuyo prólogo es de Zahara.

Y de poetas viejos, a los que queda poca vida por delante, o que saben que se van a morir en breve, tengo entre manos Manual de infractores de Caballero Bonald y Animal de bosque de Joan Margarit. Ambos son Premio Cervantes y para mí, poetas excepcionales. Son poemarios de gente al final de su vida. Los dos han fallecido este año 2021.

Caballero Bonald acude a la memoria de los caminos torcidos por los que ha transitado, los trae al presente y revive las mismas sensaciones e infracciones que vivió, pero sabiendo que lo hace a modo de rendición de cuentas. Emplea sabiamente el verso libre y roto, con el que consigue el sabor de transgresión que impregna el libro.

Animal de bosque de Joan Margarit es póstumo. Lo escribió enfermo de leucemia y sabedor de que el tratamiento serviría de poco. En el tercer poema ya me arrancó una lágrima. Antes de leer, cuando cojo el libro y voy a abrirlo, siento una emoción intensa y especial. Como siempre, los poemas están escritos en catalán y rehechos en castellano por él mismo (la edición es bilingüe), pero la emoción genuina está en el poema en catalán. En Dona callada recuerda a una hija que se les murió y cuyo dolor es un compañero inseparable del poeta desde aquel momento: el poema es duro, intenso, profundo, descarnado, delicado. Es el poema de la lágrima.

Llegamos a la última esfera, la de los ensayos y libros de entretenimiento. Seré breve.

Gracias al ebook y a las páginas de descargas gratuitas, puedo acceder a la obra completa de Pla en catalán ―muchos de los libros mencionados los he leído en ebook― sin dejarme el patrimonio. Eso me permite leer permanentemente a Pla, que me acompañe en todo momento. Ahora disfruto de Notes disperses. Me lo paso a lo grande con él. Como muestra, traduzco esta sensata nota: «Cuando uno piensa que, a pesar de la enorme cantidad de imbéciles que hay en la gobernación de un país, se puede ir tirando, la sorpresa es permanente e inenarrable». Ahí queda eso.

He leído algunas novelas de Jorge Semprún, que es un escritor de altos vuelos a nivel internacional. Su lengua literaria es el francés: lo escribe deliciosamente. Estoy con Une tombe aux creux de nuages. En esta colección de conferencias y ensayos, demuestra una erudición y una lucidez fuera de lo corriente. ¡Cuánto pudo leer este hombre! Ser prisionero en un campo de exterminio nazi es una de las experiencias más determinantes de su vida, desde la cual analiza la sociedad, la construcción de Europa y la misma condición humana. ¿Existe el mal absoluto? En esta cuestión me encuentro ahora, una cuestión siempre actual, no hay más que ver un telediario.

No todo en la vida es alta literatura y pensamiento profundo, que luego pasa lo que pasa. Como me ha dado por ser motorista, estoy leyendo como un devoto Seguro en moto. Las claves de la seguridad para el motorista urbano de los hermanos Campsolinas (Editorial Omega, 2014): estoy aprendiendo un montón. Cuando salgo con la moto, pongo en práctica sus consejos. ¡Autoformación, no queda otra!

Concluyo con esta cita de Emili Teixidor: «La gente que lee libros vive más: vive su propia vida y la de los libros que lee, y por ello tiene más experiencias, más emociones, más vidas. Leer es vivir mucho más y mucho mejor. Leer no ocupa mi tiempo, leer llena y da valor a mi vida». Sin exageraciones romanticoides, esto me parece bien.

Carlos Cuadrado Gómez

23 de agosto de 2021


miércoles, 30 de junio de 2021

Cartas a Ramón (6) 30 de junio de 2021

CARTAS A RAMÓN

 Dibujo de Cartas y sobre pintado por en Dibujos.net el día 13-05-15 a las  16:15:35. Imprime, pinta o colorea tus propios dibujos!

Sexta carta

30 de junio de 2021


Querido Ramón:

Hoy sí que ha acabado el curso. Con esta carta me despido de estas entradas epistolares hasta septiembre. La clase, recogida; el ordenador, apagado; las ventanas, cerradas; los libros, esperando. He salido con los deberes hechos por la puerta del colegio, donde volveré dentro de dos meses, con alumnos nuevos, con las ganas renovadas y con una situación social creo que parecida a la de este curso pasado —el 2020/2021 ya es el curso pasado—.

El viernes tuvimos juntos una comida y una sobremesa extraordinarias en compañía de José Manuel. Pocos placeres son comparables a comer y conversar con buenos amigos.  Hablamos de la escuela poco, porque dedicamos mucho rato a hablar de motorismo: tú, motero experimentado; yo, motero en ciernes. José Manuel, que es hombre sensato y de gran corazón, estaba preocupado por nuestra salud física, posiblemente también por la mental: montar en moto es peligroso, sin duda, y un accidente lo puede tener cualquiera. Que sí, que no, nos dieron las nueve de la noche. Desde las dos que empezamos a comer, nos dio tiempo a dar un buen repaso no sólo a las motos, sino a la actualidad en general. No obstante, las horas se me pasaron volando.

¿Qué te puedo decir de la escuela para cerrar el año? Me surgen dos reflexiones, que en gran medida son preocupaciones. Reflexión y preocupación forman una unidad indisoluble cuando se trata de educación. Hoy quiero ser breve y sintético, que, “en tiempo de melones se acortan los sermones”, como decían los antiguos predicadores de púlpito. No creo que estuvieran reventados de trabajar doblando el lomo, pero, por lo visto, hablar diez minutillos con más de 25º les suponía un esfuerzo ímprobo. Permítaseme el chascarrillo anticlerical: no creo que nadie se ofenda y, tal vez, me congracie con algún lector. Como digo, ¡brevedad!

La última ley de educación insiste en que la escuela debe ser inclusiva y comprensiva. Mucho me temo que el hecho de que en España haya dos redes educativas claramente diferenciadas, la pública y la privada (la enseñanza concertada es privada, ¡pero pagada con fondos públicos!), carga a la enseñanza pública con la mayor parte, por no decir toda, de la “inclusión” y la “comprensión”. La creciente diferenciación social entre clases pudientes —bien por dinero, bien por formación académica— y las clases humildes —no quiero emplear un lenguaje políticamente correcto— se refleja en ambas redes de colegios. Que usted quiere estudiar, a la privada; que usted quiere estudiar y no tiene medios o usted tiene problemas, del tipo que sea, con los estudios, a la pública. Y, dentro de la pública, se produce grosso modo una selección similar entre colegios bilingües y colegios no bilingües. Como dice nuestro amigo José Manuel, uno de los problemas mayores del sistema educativo español es la gran fuerza de la escuela privada, cosa que no ocurre de modo tan exagerado en Francia o en Italia, por mencionar a países vecinos.

La cuadratura del círculo es irrealizable. No son posibles determinados rendimientos académicos en aulas con cinco o seis niveles curriculares. El maestro debe atender a todos lo mejor posible, pero, seamos realistas, llega donde llega. De modo que un alumno con buenas posibilidades intelectuales se ve perjudicado en este contexto escolar, no porque sus compañeros se porten mal —tengo la sensación de que mis alumnos son mejores ciudadanos, más educados y más amables entre ellos que los de mi época escolar—, sino porque no se le puede atender ni exigir como él necesita, con lo cual se merman sus oportunidades de éxito académico. Hoy no hablamos de otro tipo de alumnos, a los que tampoco atendemos en condiciones, por falta de medios humanos y materiales —medios que deben venir de los poderes públicos— y por falta de formación del profesorado. La escuela pública es mi pasión, lo digo sinceramente, sin quitar ni una coma, ser maestro es de lo mejor que me ha pasado en la vida, pero se me cae el alma a los pies cuando pienso que el éxito académico de algunos de mis alumnos no está en mis manos y que “el vecino”, quiero decir el colegio privado, se lo puede más o menos ofrecer, por la simple razón de que en sus aulas hay una selección de alumnado y familias de determinada condición social. Esa es la primera reflexión-preocupación.

Continúo con la segunda, y continúo sin ser políticamente correcto. ¡Cuánto daño nos está haciendo la dichosa corrección política! La generación de mis padres no eran fracasados escolares. Con excepciones, no habían podido ir a la escuela, o muy poco, de modo que no podían fracasar. Y, como no habían podido estudiar, valoraban el estudio como medio potente para salir de la ignorancia y para mejorar socialmente. La institución escolar era para ellos un lugar importante, de prestigio, de donde sus hijos, si se esforzaban, podían salir mejor que ellos. Sin embargo, un altísimo porcentaje de los padres de los alumnos de hoy en día sí son fracasados escolares. Han pasado por la institución escolar con más pena que gloria —no hago un juicio moral de estas personas, pues la mayoría es víctima de un sistema escolar pésimo, que tiene una puerta muy grande para el fracaso—, y comprenden que su hijo “suspenda exámenes” o “no haga los deberes” o tenga “notas de mala conducta” en la agenda escolar. Ellos pasaron por lo mismo y han sobrevivido, se han buscado la vida como han podido y han tenido hijos a los que, sin duda, aman. De modo, que así es difícil conseguir un clima de trabajo continuo, de exigencia y superación; sin la colaboración de las familias es casi una quimera. Al perro flaco todo se le vuelven pulgas: sabio refrán.

Termino. Como decía en la anterior carta, todo el mundo —profesores, equipos directivos, alumnos, familias— se merece el descanso estival. Este curso, con más motivo. ¡Nos sobran los motivos para hacer esta afirmación, bien lo sabes! Buscaremos la buena compañía de los libros sin las preocupaciones de la clase de cada día, viajaremos, sestearemos, y enseguida será uno de septiembre. Pero sesenta días dan para mucho si se saben aprovechar.

Ramón, pasa un buen verano. Y queda pendiente un desayuno antes de que se abran de nuevo las aulas.

Siempre tuyo:

Carlos Cuadrado Gómez