jueves, 23 de enero de 2014

CARNAVAL VERSUS LABORATORIO

Carnaval versus laboratorio
¿Es que son incompatibles el carnaval y el laboratorio? Teóricamente son compatibles, pero en la práctica el carnaval es sagrado y el laboratorio languidece de pena. El fiel de la balanza se inclina claramente del lado del carnaval, que es quien consume el mayor porcentaje de “energía escolar”, en tanto que el laboratorio se tiene que conformar con los residuos. No creo que haya un ataque consciente al laboratorio en cuanto tal (cualquier docente reconocerá la importancia de la ciencia, faltaría menos), sin embargo, el estilo de escuela que el carnaval representa ha acabado con la razón de ser del laboratorio y, por lo tanto, con el laboratorio mismo. El carnaval es divertido per se; para que el laboratorio llegue a ese grado de diversión, hay que dedicarle muchas horas, tener un gran interés por la ciencia y una formación cultural que no se consigue en un cursillo de treinta horas. El carnaval concluye la misma tarde de su celebración, el triunfo está asegurado y la gratificación es inmediata. Por el contrario, el laboratorio supone un compromiso y un trabajo dilatados en el tiempo, a lo largo de muchos cursos; es una tarea que nunca se concluye, y el éxito no está garantizado o es difícil de percibir con nitidez.
No obstante, si se quiere, todo tiene su justificación. ¿Podemos negar que durante el carnaval no se saque algo positivo? Hay dimensiones de la educación del niño que evidentemente se potencian en un carnaval: la expresión corporal, lo musical, las manualidades, la convivencia social, lo festivo, etc. Ese no es el problema. En mi opinión, el problema radica en que lo periférico se ha convertido en lo central. Y el ambiente de estudio que requieren las matemáticas, por ejemplo, se ve turbado en las semanas previas al carnaval, cuando el jolgorio y el bullicio son los reyes. Los defensores del carnaval recurren a lo que tiene de positivo para blindarlo, argumentando que toda opinión es relativa y que la suya vale tanto como la de los que son contrarios. También emplean justificaciones del tipo “así creamos colegio y damos una imagen de unidad”. Algunos nos preguntamos: ¿Es que acaso no podemos “crear colegio” con una buena planificación de lengua o de matemáticas?
¿Qué nos queda después del carnaval? ¿Cómo lo recordarán nuestros alumnos dentro de diez o quince años? Sé que preparar bien este tipo de eventos conlleva un gran esfuerzo y sostener una tensión agotadora durante días, pero, aunque nos duela, eso lo puede hacer perfectamente cualquier asociación de tiempo libre. Sin embargo, como acabamos de decir, mantener en funcionamiento un laboratorio es mucho más difícil y requiere un maestro formado. ¿No estaremos desaprovechando al cuerpo de maestros en fuegos de artificio?
(Extracto del capítulo 3)

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