Las medias de don Quijote
(Es continuación de la entrada anterior)
Concluyo esta
breve disertación (¿O no está siendo tan breve?) mencionando un pasaje
especialmente conmovedor para mí de don Quijote. La obra de Cervantes me ha
servido para concluir el ensayo y con ella cierro esta parte del encuentro que
estamos teniendo.
En el
capítulo 44 de la 2.ª parte, don Quijote está en la mansión de los duques y
acaba de despedir a Sancho, que ha partido hacia la ínsula como gobernador. En ese momento, ido Sancho, se derrumba y
siente su soledad, porque realmente
está solo. Tras la cena, pide a la duquesa que nadie lo acompañe a sus
aposentos, que no quiere ayuda para desvestirse –la duquesa le ha ofrecido
cuatro doncellas para tal menester–, quiere estar solo y esgrime la excusa de
guardar fidelidad a Dulcinea, que no deja de ser una ficción, apelando al
ejemplo de Amadís de Gaula, que también es un personaje de ficción.
Pero la
verdadera razón de ese empeño por estar solo es que su ropa interior está hecha
una pena. En medio de la parafernalia de la casa de los duques (Clavileño…) y
del lenguaje cortesano que emplea con ellos, don Quijote no deja de ser un
pobre hidalgo, y él lo sabe. Y se derrumba cuando, al descalzarse, se le
sueltan dos docenas de puntos de una media verde, que «quedó hecha celosía»,
diríamos hoy: como un colador. Dice Cervantes: «Cerró tras sí la puerta, y a
la luz de dos velas de cera se desnudó, y al descalzarse –oh desgracia indigna
de tal persona- se le soltaron no suspiros ni otra cosa, que desacreditara la
limpieza de su policía, sino hasta dos docenas de puntos de una media, que
quedó hecha celosía». ¡Don Quijote daría la vida por tener hilo verde para
cogerse él mismo los puntos! ¡Incluso lo haría con hilo de otro color, que era la mayor muestra de miseria que podía tener un hidalgo! El mismo Cide Hamete
Benengeli se compadece de él, la desolación de don Quijote le conmueve, y
maldice la pobreza y la losa de tener que guardar las apariencias de los
hidalgos cristianos de aquel tiempo (la negra honra): don Quijote por unos
momentos deja de ser caballero andante y vuelve a su ser ordinario de hidalgo
castellano, uno de tantos.
¡Cuántas
veces nos quedamos solos en clase, como la maestra de las ansiedades, y nos
venimos abajo! ¡Un maestro de tantos, haciendo hojas de un libro, practicando
la antipedagogía como uno más! Esa es nuestra escuela, no la que imaginamos con
la utopía de los fundadores de la Escuela Nueva, nuestros caballeros andantes. Hemos defendido en
público el discurso de María Montessori, pero la realidad es un libro que hay
que acabar, unos deberes que hay que mandar, un carnaval en donde hay que estar
alegres. Hemos querido sacar petróleo de todo eso, salvar los trastos del naufragio,
pero nos encontramos como don Quijote, con las medias rotas debajo de los
zapatos y sin hilo para remediar el desaguisado.
Esas medias
rotas también pueden ser la escuela del
entretenimiento: debajo de las botas, o sea, de los carnavales, las visitas
de los policías, las campañas medioambientales, de la clase de informática, que
dan una apariencia de escuela chachi, moderna, comprometida con la sociedad,
están las medias rotas, la cultura ausente, las prisas, los intereses
editoriales, la didáctica rancia y un largo etcétera. Creo que hay que comenzar
por remendar esas medias rotas, sin prisa, para que los zapatos no oculten la realidad real, por donde se cuela el
frío y por donde el cuero en contacto con la piel nos está haciendo rozaduras y
levantando ampollas.
Concluyo con
unas palabras de Ortega y Gasset, de su libro Meditaciones del Quijote: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la
salvo a ella no me salvo yo». El filósofo invita a la aventura, como hizo
Alonso Quijano, y dice: «La aventura quiebra como un cristal la opresora,
insistente realidad. Es lo imprevisto, lo impensado, lo nuevo. Cada aventura es
un nuevo nacer del mundo, un proceso único. ¿No ha de ser interesante?».
Las aventuras
son aventuras porque su final es incierto, como digo en el epílogo del libro.
La escuela nos espera. Muchas gracias.
Madrid,
Librería Muga, 5 de abril de 2013
Carlos
Cuadrado Gómez
Carlos y José Manuel
COMPRAS Y CONTACTO CON EL AUTOR:
laescueladelentretenimiento@gmail.com
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